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El de Margarita Cedeño es un proyecto espurio‏


Por Margarita Cordero.


ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Si Margarita Cedeño tiene méritos para ser precandidata presidencial en el Partido de la Liberación Dominicana es cosa que no discuto porque parto de que, si acaso le faltaran, le sobra con el derecho constitucional de elegir y ser elegida. 

Eso sí, comparto la opinión de que su presentación a la competencia, auspiciada por los recogedores de firmas reeleccionistas, creyentes convencidos en la transferibilidad de las adhesiones, busca dañarle la fiesta a Danilo Medina, como se la dañó Leonel Fernández en 2008.

Precisiones hechas, debo decir que de este nuevo espectáculo político me resulta intolerable la estrategia (necesidad) propagandística de presentar a Cedeño dotada de capacidades demostradas para dirigir el país. 
El currículo que según sus promotores la hace presidenciable es la labor social realizada desde su despacho. Algunos se han permitido decir y escribir que desde ese despacho Cedeño sacó del anonimato el cargo (sic) de primera dama.

La aclaración no es superflua, así que no sobra hacerla desde ahora: ser primera dama es una circunstancia, no una función ni un cargo público. Hasta que Cedeño llegó al famoso despacho –creado por Hipólito Mejía en el 2000— nuestras primeras damas tuvieron ambiciones modestas: Renée Klang, el Consejo Nacional de la Niñez (CONANI), y Rosa Mejía, el museo Trampolín. Desprovistas de ambiciones políticas, vivieron sus circunstancias discretamente, sin estridencias publicitarias ni “nobles sentimientos” incapaces de prescindir de la nota de prensa y la cámara fotográfica o filmadora.

Cedeño, que a diferencia de sus antecesoras sí tiene ambiciones políticas, ha aprovechado esta instancia creada por Mejía para promoverse, aunque esto implique burlarse de la institucionalidad del Estado y desconocer de manera palmaria el límite que le impone el artículo 2 del decreto que crea el DPD: “El Despacho de la Primera Dama será una instancia ágil y eficiente que en lugar de duplicar y/o sustituir las atribuciones y acciones de las instancias sectoriales del Estado, realizará las coordinaciones necesarias, fungiendo de entidad de enlace con las instituciones gubernamentales en materia de bienestar social y atenderá directamente áreas temáticas de alto impacto que complementen la política social del Gobierno”.

Ella ha usado el DPD como plataforma para dimensionar su figura sin respetar límites, suplantando a instancias del gobierno y del Estado responsables de programas en áreas específicas; sustituyendo autoridades y apropiándose incluso de esfuerzos –bien o mal encaminados— de organismos como el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel).

La brillante periodista María Isabel Soldevila publicó no hace mucho en su blog “Con mis ojos”, un excelente artículo sobre la opacidad de los gastos del DPD de Cedeño. 

Datos en mano, plantea preguntas que debieron inquietar, sino a la Dirección Nacional de la Persecución de la Corrupción Administrativa, dirigida por el laxo y experto en escurrir el bulto Hotoniel Bonilla, sí a la Cámara de Cuentas, y que copio a continuación: “¿Sabía usted que el presupuesto del Despacho de la Primera Dama se ha multiplicado 10.6 veces en los últimos siete años? ¿Tenía idea de que el año pasado (2010), hasta noviembre, el DPD había pagado 118,064,433.05 de pesos solo en gastos de ‘servicios personales’, incluidos remuneraciones, compensaciones, dietas y gastos de representación, regalía pascual y contribución a la Seguridad Social? ¿Se imaginaba que este mismo rubro en 2004 era 10.5 veces menor, con solo 11,082,965.61 de pesos, lo que ahora se gasta en un mes?”.

No hay ámbito institucional en el que Cedeño no haya metido la cuchara. Entre sus preferidos, porque es “moderna”, está la instalación de los llamados Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), que hasta la vuelta del Leonel Fernández al poder en 2004 eran un proyecto de la Secretaría de la Presidencia. 

Desde entonces pasan a constituir un área “estratégica” del DPD. Apropiándose del liderato en la “lucha” contra la brecha digital, Cedeño viajó a Malasia en 2006, suplantando a las autoridades del Indotel, para participar en el lanzamiento de la Alianza Global de las Naciones Unidas para el Desarrollo y las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). 

El documento presentado por la República Dominicana es un monumento a la egolatría del “couple” presidencial: un compendio de los discursos del presidente Fernández y de Cedeño sobre el tema, en cuyo prólogo el mandatario afirma que recoge la visión que tienen él y su mujer de “incorporar las TIC a la agenda nacional de desarrollo de la República Dominicana”.

Y es así como Cedeño ha construido su imagen pública: abusando de su relación personal con el presidente Fernández –que utiliza para sacar ventajas de otros sectores, no olvidemos el concierto de Andrea Bocelli— para abultar el presupuesto del DPD, y mandando a donde todos sabemos el respeto por las funciones de entidades estatales. 

Su demostrable contribución con la debilidad de las instituciones, que lesiona la democracia, bastaría para no quererla como presidenta de la República.

Si eso fuera poco para rechazarla –que no lo será nunca porque es harto suficiente— ayudaría refrescar la memoria de sus escasísimos pronunciamientos sobre temas cruciales para la sociedad dominicana. Cito dos, aunque no creo que haya otros: su opinión sobre la demanda ciudadana de que se cumpla con la asignación legal del 4% a la educación y la reelección de Fernández.

El septiembre de 2010, a través de su cuenta en Twitter (no olvidemos que es “moderna”), Cedeño llovió sobre los inundados “argumentos” de su marido sobre la exigencia ciudadana del 4%: “"¡ojalá fuera mucho más, pero para mejorar la calidad, no los gastos!", dijo. El pasado 12 de enero, en un acto de la Procuraduría General celebrado en Manoguayabo, en el que ella “se robó el show”, afirmó sin sonrojarse que el pueblo demandaba la reelección de Fernández “porque se quiere desarrollar, quiere seguir el progreso, quiere seguir trillando un buen camino y ese es el buen camino que nos enseñó el presidente Fernández, con modernidad, con justicia, con legalidad, fortalecimiento institucional de este país que amamos”. Chapó.

Puede fallarme la memoria, pero no recuerdo ninguna otra declaración de Cedeño sobre cosas que interesen al país. Mentira rotunda de sus publicistas, entonces, que haya hecho nada que coopere con una sociedad mejor, porque aprovechar sus influencias para inflar su imagen pública no es mérito ni aún en las circunstancias de mayor flojera moral. 

No lo olvidemos: sus programas se nutren de recursos espurios porque no le corresponden y eso, en cualquier país de instituciones respetables, es sancionable. Aquí los propagandistas y acríticos lo convierten en insumo de una imagen a la que no sonroja su impostura.

A mí, que he dedicado casi cuarenta años de mi vida a reivindicar los derechos políticos y sociales de las mujeres, me molesta oír decir que el rechazo provocado por su precandidatura tiene que ver con su condición de mujer. 

No, ella no merece dirigir este país no porque es mujer, sino porque ha sido parte activa de la desinstitucionalización propiciada por el gobierno de Fernández, su marido; porque se ha prevalecido de su relación para invadir espacios institucionales ajenos; porque es beneficiada de la corrupción de este gobierno; porque ha instrumentalizado la ignorancia y la pobreza. Porque “con ella seguimos con él”.

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