Cuento escrito por Rodolfo Báez para la revista española Minatura.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El despegue fue
terrible.
Las inmensas aeronaves escupían fuego por los propulsores sedientos.
Un silencio como la muerte acompañó la partida.
La tierra temblaba como
nerviosa. Era 14 de octubre, fecha imborrable.
Todos sabíamos lo que pasaría al
final del año. El calendario Maya era incuestionable.
El gobierno y algunos
jerarcas del país encontraron la solución, pero no la promulgaron, pues no
todos podríamos salvarnos.
La NASA acababa de descubrir un nuevo planeta en
nuestro sistema solar.
El clima, parecido al nuestro, aseguraba la
supervivencia.
De hecho ya lo habían visitados los astronautas.
Así que hacia
allá emigraríamos.
A la velocidad de los neutrinos (como volaban las naves) la
llegada nos tomaría un año.
Lo peor de todo fue irnos sin poder despedirnos.
Nadie, excepto quienes nos acompañarían, podía saber del viaje.
Por otro lado
todos estaban tan concentrados en el meteorito que no se informaban de otra
cosa.
Los preparativos se hicieron rápido.
Por seguridad La Primera Brigada del
Ejército se encargó de montar las provisiones y de venir con nosotros. Ya han
pasado algo más de tres meses desde la partida.
En la tierra ahora son las ocho
de la noche del 24 de diciembre.
Imagino que todos se resignan a celebrar la
última cena como cristos sudorosos, sabiendo que les quedan menos de cuatro
horas para la inmolación.
Pero nadie piensa que hacia un rincón del sistema
solar escapó la simiente de su especie y que esta es la primera memoria de su
salvación.
Fuente: El Gato
1 Comentarios
Gracias Robinson. Espero que mi cuento pueda ser leído por tus seguidores.
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