Juan Bolivar Díaz. |
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El Partido
Revolucionario Dominicano (PRD) está fraccionado desde la convención que
escogió candidato presidencial hace 15
meses y si no pudo reunificarse aun cuando las encuestas lo proyectaban ganador
de las elecciones, parece casi imposible que lo logre tras la derrota.
Una crisis prolongada en el PRD tendría fuertes
repercusiones en el proceso democrático, acentuando el poder hegemónico del
presidente Leonel Fernández en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y
debilitando las posibilidades de renovación que ha planteado el presidente
electo Danilo Medina.
Una guerra avisada.
El candado que encadena la casa nacional del PRD es simbólico de una
guerra que la campaña electoral y las debilidades institucionales aplazaron,
pues ese partido quedó fraccionado desde la convención del 6 de marzo del 2011
que escogió a Hipólito Mejía candidato presidencial.
Su contrincante Miguel Vargas Maldonado aceptó proclamarlo,
pero sin convencerse de que había perdido una batalla y permitió que familiares
y seguidores trabajaran abiertamente en contra de su candidato, incluyendo a su
vocero personal Víctor Gómez Casanova, con aplausos e incentivos externos,
mientras evadía todos los intentos de mediadores y familiares por reunirlo con
Hipólito Mejía.
La generalidad de los analistas advirtieron que la posición
adoptada por Vargas y su grupo lo dejaba incapacitado para sobrevivir como
presidente del perredeísmo y más aún como candidato presidencial en el futuro,
cualquiera que fuera el resultado de la elección presidencial.
Después que Mejía alcanzara el 47 por ciento de la votación,
no es posible visualizar que Vargas pueda encarnar la unidad perredeísta, él
que en el 2009 pactó con el presidente Fernández una reforma constitucional que
concentraría todos los poderes en manos del mandatario, sin consultar los
organismos del PRD, amparado en que el año anterior había recibido un 40 por
ciento del sufragio.
Vargas Maldonado pasó la campaña electoral al margen del
esfuerzo partidista y más bien contradiciendo al candidato presidencial, reclamando
la representación de la institucionalidad del Partido Revolucionario
Dominicano, pero sin reunir sus organismos ejecutivos, que hipertrofiados han devenido en inoperantes.
La Comisión Política (CP), que según el artículo 34 de los
estatutos debe reunirse cada semana, tuvo un año sin ser convocada, y previendo
la posibilidad de que ahora lo fuera, dos días antes de las elecciones
sometieron a la Junta Central Electoral una nueva matrícula del organismo que
deja fuera al propio Mejía y a dirigentes tan paradigmáticos como Hugo
Tolentino Dipp y Enmanuel Esquea Guerrero, mientras se encadenaba con candado
el acceso a la casa nacional del partido.
Convocatorias paralelas del CEN. La reunión de la Comisión Política que el
viernes decidió la suspensión de Vargas como presidente y de los dirigentes
Fiquito Vásquez, Julio Maríñez y Aníbal García Duvergé, así como la expulsión
de Gómez Casanova, Kalil Michel, Annie Felipe, Pascual Valenzuela, Angela Peña
y Héctor Domínguez, marca el estallido de una nueva crisis en el partido más
antiguo del país, cuando acaba de quedar
como el más votado, con 200 mil votos sobre el PLD, que ganó la
presidencia por la contribución de 13 aliados.
Es significativo que la mesa de honor de la reunión fuera
encabezada por el presidente en funciones Andrés Bautista (investido en lugar
de Vargas Maldonado), por el secretario general Orlando Jorge Mera, la
secretaria nacional de organización Geanilda Vásquez y la presidenta de la
Federación de Mujeres, Janet Camilo, ya que los cuatro fueron de los
principales dirigentes que apoyaron a Vargas Maldonado cuando luchó por la
candidatura presidencial perredeísta, pero luego se incorporaron a la campaña
electoral.
La letra c del artículo 35 de los estatutos del PRD da
facultad a la Comisión Política para “decidir sumariamente la expulsión de un
miembro del partido, debiendo someterlo al Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
La letra d autoriza la suspensión, remitiendo el caso al
Consejo Nacional de Disciplina, con la complicación de que como presidente de
este figura uno de los mismos suspendidos, Fiquito Vásquez.
La reunión decidió convocar al CEN para el domingo 10 de
junio para que ratifique sus disposiciones.
El panorama se complicó la misma noche del viernes cuando
Vargas Maldonado reaccionó restando calidad a la Comisión Política para adoptar
esas resoluciones y anunció su propia convocatoria del CEN para este domingo.
La primera dificultad será establecer con certeza cuántos y
quiénes son los miembros de esos organismos, el primero con unos 253 y el otro
diez veces más numeroso.
El apoyo de Vargas Maldonado luce mermado para enfrentarse a
la mayoría partidaria que en más de un 90 por ciento se integró a la campaña
electoral de Mejía, aunque hay sectores que plantean que la lucha debe estar
por encima de ambos dirigentes.
Sin embargo, los suspendidos dicen tener el control de la
membresía del CEN y en última instancia
confían en ser favorecidos por el Tribunal Superior Electoral y el Tribunal
Constitucional, cuyo control se atribuye al presidente Leonel Fernández, a
quien la otra parte señala como incentivador del fraccionamiento del partido.
Debilita la democracia.
Para muchos observadores la nueva crisis perredeísta será prolongada y
no tiene salida sin una división, lo que puede tener serias repercusiones sobre
el proceso democrático nacional, puesto que debilitaría el único contrapeso
político significativo que tiene el Gobierno del PLD, y particularmente
acentuaría la hegemonía del presidente Leonel Fernández sobre su partido y en
los poderes del Estado.
Con una oposición política más débil podría tomar nuevo
impulso la tendencia absolutista que se arraiga en sectores del partido
gobernante, que ya trabajan para el 2016 y repercutir hasta en las
posibilidades de relevos, cambios y rectificaciones que se ha planteado el proyecto
de gobierno del presidente electo Danilo Medina.
Al sector duro del presidente Fernández se atribuye el
incentivo a la división en el Partido Revolucionario Dominicano desde semanas
antes de la convención que eligió el candidato.
Algunos de sus financistas llegaron a proclamar abiertamente
que contribuían con Mejía o Vargas Maldonado y éste alegó que había perdido
porque votaron cientos de miles de peledeístas.
Luego se ha dicho que han incentivado al grupo de Vargas
Maldonado para que enfrentara la candidatura perredeísta.
Cuando en la campaña electoral se produjo una escisión entre
los comentaristas de la radioemisora
Zeta 101, Gómez Casanova y otro seguidor de Vargas Maldonado se fueron junto a
los peledeístas aduciendo parcialidad del medio a favor del PRD.
Una prolongada y profunda crisis en el PRD, cualquiera que
sea su desenlace, deja inquietudes dentro de unas perspectivas de decisiones
trascendentes como una reforma fiscal de gran magnitud.
La ausencia de un mínimo equilibrio político partidista no
es necesariamente augurio de gobernabilidad ni estabilidad, pues podría remitir
al fortalecimiento de los grupos populares que capitalizarían el descontento
social, aunque también podría abrir espacio a la emergencia de una nueva
organización política que encarne la oposición.
Mientras tanto, tiene validez la cita que hizo Espinal Báez
de un amigo empresario que planteaba la necesidad de “seguir apoyando que el
PRD siga concertando con el PRD para evitar que se siga venciendo a sí mismo;
de lo contrario nuestra democracia se quedará con un solo suplidor y entonces
dejaremos de ser democracia”.
Urgente renovación
Hay sectores en el PRD que no quieren jugar una partida en
la que solo se debata si la organización queda en manos de Mejía o Vargas Maldonado,
aunque entre estos una parte comparte la
convicción de que el último se descalificó al no apoyar la candidatura del partido que presidía, en lo
que se ha considerado un hecho sin precedente en la democracia.
En esta tesitura estarían dirigentes históricos como Hugo
Tolentino Dipp, Milagros Ortiz Bosch, Ivelisse Prats Ramírez, Tony Raful,
Enmanuel Esquea Guerrero y Tirso Mejía Ricart, y movimientos como el Foro
Renovador y el Grupo Concertación por el Cambio Democrático, que promovieron el
Congreso perredeísta celebrado en octubre del 2010, el cual aprobó un amplio
programa de renovación que ha sido ignorado por la dirección partidaria.
El Grupo de Concertación, que integra a jóvenes
profesionales, plantea que la crisis puede ser una oportunidad para renovar la
estructura, reactivar los organismos, retomar la disciplina y la
institucionalidad, volver sobre los principios ideológicos y abrirse a un nuevo
liderazgo.
Dentro y fuera del
PRD son muchos los que plantean que no basta con romper el candado que
sostiene la cadena que impide el paso a la casa nacional, sino que hay que
abrir de par en par las puertas a la renovación de una estructura partidaria
anquilosada.
Hugo Tolentino Dipp, uno de los que reivindican la social
democracia que enarboló José Francisco Peña Gómez, dijo esta semana por
televisión que “el PRD es un partido secuestrado por Vargas Maldonado, sin
vinculación con el pueblo, que requiere rescatar sus fundamentos ideológicos
y definir una estrategia de oposición”.
Nelson Espinal Báez, un experto en solución de
conflictos que el año pasado medió hasta que Vargas Maldonado aceptó proclamar
la candidatura de Hipólito Mejía,
plantea una concertación para restaurar la disciplina, la transparencia y la institucionalidad, aunque en un artículo
publicado el miércoles en Diario Libre sostuvo que la concertación no puede
verse como bálsamo para inequidades ni ilegalidades.
0 Comentarios
Tu comentario es importante