SANTO DOMINGO, República Dominicana.-
Durante muchos años escuchamos discursos encantadores pregonando el crecimiento
alcanzado por nuestra economía, en ocasiones presentado con pretensiones
paradigmáticas. Se llegó al extremo de calificarlo como milagroso, comparándola
pretenciosamente con el alcanzado por Alemania con posterioridad a la Segunda
Guerra Mundial.
La reciente admisión de autoridades
competentes de considerar como deuda pública los valores captados por el Banco
Central para neutralizar los efectos de enormes y crecientes déficits
provocados por administraciones gubernamentales irresponsablemente dispendiosas
durante los últimos años, permite reforzar la demostración que el crecimiento
pregonado no era más que una ficción sustentada en la progresiva espiral del
endeudamiento.
Puede ahora demostrarse
estadísticamente la alarmante situación de nuestra economía sin concitar
discusiones bizantinas con autoridades. Ya no solo se trata de los efectos
negativos del endeudamiento en las finanzas públicas por destinar más de la
mitad de las recaudaciones al servicio de la deuda, sino de medir cuánto ha
sido el efecto de ese endeudamiento en nuestra economía para acallar aquellos
que todavía sostienen la posibilidad de un mayor endeudamiento por referirlo a
la proporción con PBI.
Para ello hicimos el ejercicio de
calcular el PBI como si se redimiera la totalidad de la deuda y comparamos su
evolución entre 2012 y 2013; una abstracción ciertamente hipotética pero no
imposible en el concierto de imposiciones a nuestra nación que pudiera
manifestarse en la exigencia de pago de nuestra deuda.
Aceptando la estimación oficial del
crecimiento del 3%, el PBI a precios corrientes se situaría en US$ 60,723
millones a finales de año. Si se pagara la totalidad de la deuda de US$ 29,226
millones– correspondiendo US$ 22,366 millones en crédito público, que hemos
supuesto que se mantendrá al nivel de octubre/2013, más US$ 6,900 millones
adeudados por el Banco Central- el PBI quedaría reducido a US$ 31,457 millones.
Comparando ese PBI del 2013 luego de
redimida la deuda, con el del 2012, siguiendo la misma metodología, que fue de
US$ 33,433 millones; se concluye que en el presente año observaremos una contracción
económica del 6%.
Esta abstracción ciertamente
hipotética, no previsible pero tampoco imposible, refleja estadísticamente una
situación más ajustada a la realidad de nuestra economía. Porque desmitifica la
ficción de lo pregonado en discursos encantadores que han pretendido colocarnos
en nubes distantes por encima de nuestras posibilidades o aplicables a otras
realidades.
Y nos retrotraen al escenario real
que vivimos, de una economía que ya comienza a sufrir los embates de la
contracción en lugar del crecimiento pregonado; que cada ciudadano siente y
padece en la falta de oportunidades de trabajo de calidad y en la disminución
de sus ingresos reales.
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