ARGENTINA.- La socialista Michelle Bachelet, ex
ministra y ex jefa de Estado, pediatra, pionera del programa de mujeres de
Naciones Unidas y ahora presidenta electa de Chile, sumó ayer otro mérito a su
currículum: seguir siendo, a pesar del paso del tiempo, una de las políticas
más populares del mundo.
La candidata de la Nueva Mayoría -la
coalición de socialistas, comunistas y democracia cristiana que sustituyó a la
Concertación- derrotó a su rival, la conservadora Evelyn Matthei, con el 62,15%
de los votos en segunda vuelta.
"El triunfo de hoy no es
personal (...) es un sueño colectivo que triunfa", dijo Bachelet en su
primer discurso de agradecimiento antes de asumir su segundo mandato a partir
de marzo próximo.
Sólo la baja participación electoral
del 41.60% (apenas 5.7 millones votaron de los más de 13 millones de chilenos
convocados) deslució el triunfo de Bachelet, que ahora tendrá que liderar un
país cargado de descontento y frustración general con su clase política.
Pero, ¿por qué Michelle Bachelet
parece conservar su carisma y capital político intacto mientras la confianza en
los demás políticos se desploma? BBC Mundo explica las razones detrás del
"fenómeno Bachelet".
HERENCIA DEL PRIMER GOBIERNO
Bachelet llegó a la presidencia de
Chile por primera vez en 2006, después de haber ejercido como ministra de
Sanidad, y luego de Defensa, en el gobierno del mandatario Ricardo Lagos.
"Ya desde entonces tuvo un
liderazgo especial, más empático con la ciudadanía", le dice a BBC Mundo
la politóloga Pamela Figueroa.
"El suyo no era un apoyo
levantado por los partidos políticos, sino por la población, pero a la vez
cumplía con un montón de requisitos de la política antigua, como la militancia
política, especialización en Salud y Defensa", sostiene.
Esta popularidad le siguió durante su
mandato, especialmente entre las clases populares chilenas, que valoraron sus
políticas sociales ligadas a la infancia, a la maternidad y a la inclusión.
Decisiones como las de nombrar a un
gobierno paritario, con igual número de hombres que de mujeres, sorprendieron a
una clase política acostumbrada a que los cargos del gabinete se repartieran
entre las fuerzas que componían las coaliciones partidistas.
A pesar de algunos momentos críticos,
como las masivas protestas de estudiantes secundarios que sacudieron los
primeros meses de su mandato, Michelle Bachelet terminó su gobierno con más del
80% de apoyo ciudadano.
EXPERIENCIA EN LA ONU
En septiembre de 2010, a los pocos
meses de abandonar su cargo como jefa de Estado, Bachelet se convirtió en la
primera directora ejecutiva de ONU Mujeres, una recién creada agencia
internacional destinada a fomentar la igualdad de género.
La ex presidenta se alejó del debate
nacional y centró sus esfuerzos en el nuevo cargo desde su oficina en Nueva
York.
"Para un ex presidente en Chile
es muy difícil incorporarse a la vida política. Para ella fue una buena opción
ir a participar en una organización internacional de tremendo prestigio",
explica Figueroa.
"Le favoreció estar fuera de la
contingencia, de tener que opinar de ciertos cuestionamientos sobre su
gobierno, como el caso del Transantiago [la red de transporte urbano de la
capital cuya caótica implementación afectó a la imagen de su gobierno] o el
terremoto de 2010".
Bachelet regresó a su país en marzo
de 2013 para anunciar lo que ya todos daban por hecho: sería la candidata del
centro izquierda, carente de un líder del perfil y aceptación popular de
Bachelet.
NUEVO DISCURSO, NUEVO PROGRAMA
Su regreso a la política nacional
vino acompañado de un nuevo programa que recogió algunos de los principales
reclamos de los movimientos sociales que se manifestaron durante su mandato y,
especialmente, bajo el gobierno del actual presidente, Sebastián Piñera.
El principal reclamo, el de una
reforma radical del sistema educativo, se concretó en una propuesta de
educación pública, gratuita y de calidad, aplaudida por los líderes del
movimiento estudiantil.
Algunos de ellos, como Camila Vallejo
o Karol Cariola, se sumaron a su proyecto con candidaturas al Congreso.
"Tuvo la capacidad de leer de
manera muy correcta lo que estaba sucediendo en la sociedad chilena. Quizás fue
la distancia que le impuso estar en Nueva York", explica a BBC Mundo el
sociólogo Manuel Garretón, profesor de la Universidad de Chile.
"Leyó que el país ha cambiado y
en ese sentido ella puede cristalizar el pedido de cambio: la demanda por una
nueva constitución, por una reforma impositiva y una reforma educativa. La
misma agenda del movimiento estudiantil", añade.
Además de proponer un nuevo sistema
educativo, una reforma fiscal para acabar con la desigualdad en el país, y una
nueva constitución, Bachelet incorporó a su programa algunos reclamos de otros
movimientos sociales, desde aquellos de la comunidad gay a los de indígenas y
medioambientalistas.
Ahora asegura estar abierta a debatir
una nueva legislación sobre el aborto que lo despenalice en ciertos supuestos,
dialogar sobre la opción de legalizar el matrimonio entre personas del mismo
sexo o buscar solución al conflicto mapuche sin aplicar la ley antiterrorista,
como hizo en su mandato.
PERSONALIDAD
Bachelet tuvo, más allá de su capital
político, otra arma para derrotar a Matthei: su carisma.
A la presidenta electa es frecuente
verla con una sonrisa en la boca y hasta sus rivales políticos saben que es
difícil enfrentarse en una elección a alguien con el carisma de esta pediatra
de 62 años.
A su favor juega, según Garretón,
"su modestia, su carisma, su capacidad de escuchar a la gente, nunca con
una palabra hostil hacia sus contrincantes".
Hasta su historia personal, la de
hija de un general de la fuerza aérea muerto en prisión al poco de acontecer el
golpe de Estado contra Salvador Allende, enviada a un centro de detención junto
a su madre, y después forzada al exilio, conmueve a los chilenos que la apoyan.
Pero su carácter también ha sido
utilizado por sus contrincantes para acusarla de ser demasiado débil como líder
de un país.
En la campaña electoral previa a la
primera vuelta, uno de sus ex aliados en la izquierda, Marco Enríquez-Ominami,
aseguró que unas elecciones presidenciales "no se tratan de un concurso de
simpatía".
Ella misma, años antes, se había
defendido de quienes argumentaban que su apoyo popular se debía a su cercanía
con la gente:
"Creo que francamente es
faltarle el respeto a las chilenas y chilenos decir que la simpatía o la
empatía lo explica todo", respondió en 2010 a un político opositor.
LA DEBACLE DE LA DERECHA
A los méritos de la futura presidenta
chilena se suma además otro argumento para su aplastante victoria: la crisis de
apoyo y liderazgo en la que la derecha parece haber caído en los últimos meses.
Los partidos de Renovación Nacional
(RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI) no pudieron aprovechar el impulso
de tener en La Moneda a un presidente de centro-derecha por primera vez desde
el regreso de la democracia.
A pesar de los llamados de Matthei a
revertir los resultados de la primera vuelta, la candidata logró el peor
resultado para la derecha en unas dos décadas.
Ella misma había calificado como
"un milagro" la opción de ganarle las elecciones a Bachelet.
Los analistas auguran un nuevo
periodo de reflexión para este sector de la política chilena.
"Tengan la certeza que el tiempo
y la historia mostrara que aquellos principios que defendíamos estaban en lo
correcto; el valor a la vida, a la libertad, son la mejor herencia que podemos
dejar a los próximas generaciones", dijo Matthei tras admitir su derrota.
"Nada que valga la pena es
gratis, lo mas valioso va siempre acompañado de gran sacrificio", recalcó.
La UDI y RN tendrán cuatro años para
pensar en una manera de regresar a la Presidencia
Mientras, su único consuelo parece
ser que Michelle Bachelet ya no podrá presentarte a un tercer mandato.
Ignacio de los Reyes.
Enviado especial a Santiago, BBC
Mundo.
Fuente: La Nación
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