Por José Alejandro Ayuso (jayuso@equidad.org.do).
SANTO DOMINGO, República
Dominicana.- En esta columna procedo a dejar por escrito mi situación de cara
al único partido político cuya militancia he ejercido: el Revolucionario
Dominicano, PRD. Antes, una breve síntesis de antecedentes históricos
relevantes para conocer mejor este presente que me encuentra hoy en la sociedad
civil donde regreso 14 años después.
Luego de trabajar en la
Cancillería como consultor del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo, PNUD, de 1996 a 1999, durante la gestión histórica del recordado
Eduardo Latorre en el primer gobierno del presidente Leonel Fernández, tres
razones poderosas hacen que decida hacer campaña por el presidente Hipólito
Mejía en las elecciones del 2000: relaciones personales con miembros
prominentes de su equipo, mi identificación con los valores solidarios de la
socialdemocracia y mi vocación de servidor público.
El cuento es conocido: 4 años de
un Gobierno en el que ocupé altos cargos en la Administración y en los cuales
formalicé mi membresía al PRD. Cuando perdemos el poder en el 2004, me integro
a las labores partidarias en áreas técnicas, en esa calidad llego a la
matrícula del Comité Ejecutivo Nacional, CEN, y en las primarias del 2007 me
decanto por la propuesta de mi querida y admirada Doña Milagros Ortiz Bosch.
Pero gana la nominación presidencial el ingeniero Miguel Vargas Maldonado y,
como manda la disciplina partidaria, participo en esta y en las demás campañas
electorales por venir en apoyo a los candidatos electos por las bases.
En ese interregno y hasta hoy,
suceden tres hechos que marcan el inicio de mi proceso de desafección con la
dirigencia formal, que nunca con las zarandeadas bases, de esa organización
política: la deriva personalista y autocrática reflejada en la escogencia de la
cuota partidaria en las Altas Cortes que afectó candidatos idóneos; la no
integración de un grupo importante de dirigentes a las labores proselitistas en
el 2012 en detrimento de la posibilidad de victoria del candidato, y la
insolidaridad evidente de la alta nomenclatura del partido ante las demandas
judiciales interpuestas contra Jaime Aristy Escuder y el suscrito.
Cuando surge la degradante
contienda interna por el control de la franquicia del PRD, atizada por las
apetencias personales y el afán de lucro, decido, por vergüenza propia ante la
sociedad, mantenerme al margen de esa lucha estéril para el bienestar de la
nación y me concentro en las actividades profesionales que han sido siempre con
las que doy de comer a mi familia.
Cuando las rebatiñas alcanzaron
los niveles de irracionalidad que producen la ambición desmedida y el desprecio
hacia el contrincante interno, se produce un último acontecimiento que termina
de apagar en mi corazón el jacho que simboliza la lucha de esa organización por
un país mejor: junto a miles de perredeístas soy excluido del padrón, hecho
insólito que nos cercenó derechos políticos fundamentales.
Si bien mi cosmovisión continuará
pasando por el prisma ideológico de la izquierda democrática, plural,
solidaria, progresista, liberal y cosmopolita, conste que acepto mi expulsión
del PRD y quedo fuera de la partidocracia tradicional, que no de la Política
con mayúscula.
0 Comentarios
Tu comentario es importante