Lo sé, los escrúpulos brillan por su ausencia en muchos políticos
dominicanos; buscan escalar, acumular, allantar. Pero los peledeístas debieron
guardar mejor las apariencias en el match Danilo-Leonel.
Los menores de edad no merecen un
espectáculo de tanta falsedad. Una cosa es estudiar las perversidades políticas
en libros de historia, y otra es constatarlas en el mismo presente.
Danilo Medina no debió embarcarse en la reelección para beneficio propio
cuando en varias ocasiones, mientras era candidato, la criticó públicamente.
El apoyo concitado en su gestión gubernamental no es razón para contravenir
las ideas que expuso. La honorabilidad de la palabra debería tener algún valor
(y que conste, estoy a favor del sistema de una repostulación inmediata y nunca
jamás).
Leonel Fernández hizo el ridículo en los últimos meses. Solo sus ciegos
seguidores pueden verlo como un ferviente garante de la institucionalidad
democrática.
Elevó a teoría política el reparto de puestos y sobrecitos, y desde que fue
candidato presidencial en el 1996, nunca abandonó el cuadrilátero electoral,
aunque en dos ocasiones se vio obligado a tomar receso. Volver al poder ha sido
su mayor danza.
Modificó la Constitución en 2010 precisamente para eso, y desde que salió
de la presidencia en el 2012 no cesó en sus afanes de obtener la candidatura
presidencial del PLD.
Pero el 19 de abril, la mayoría del poderoso Comité Político lo tiró al
precipicio. Luego, al pronunciar su discurso del 25 de mayo, tuvo que tragarse
palabra por palabra cuando el danilismo ignoró el referendo aprobatorio.
Los legisladores leonelistas son exponentes patéticos de la danza de la
falsedad. De firmes pasaron a blandengues. Con el líder en el precipicio,
decidieron súbitamente apoyar la reelección a cambio de sus repostulaciones.
Por eso Leonel es devoto de la doctrina de los puestos y el sobrecito. Sus
“firmes” seguidores lo abandonaron en el hedor del vómito discursivo de aquella
noche del 25.
El rugido del león ya no asustaba ni animaba, y ante el hecho consumado del
rodillo danilista, las cuchilladas peledeístas fueron elevadas a pacto político
con la firma de los 35.
Leonel Fernández pasará ahora al limbo político hasta que en unos años
soplen quizás mejores vientos. Danilo Medina dominará el corral político con
muchos puestos y sobrecitos.
Con un levantón de mano, Félix Bautista pasará a mejor vida. El PRD y el
PRSC acogerán los planes gobiernistas porque no tienen fuerza ni para ganar
distritos.
El PRM jugará a ser firme en los
“principios” para conquistar un grupo de votantes abatidos con el espectáculo
peledeísta.
Todo camino a la reelección manufacturada ha sido siempre obsceno. No hay
principios éticos ni controles eficientes para moderar los abusos de poder
cuando hay objetivos continuistas. La corrupción aumenta y se hace más vulgar y
abominable.
Con “Leonel el malo” fuera del cuadrilátero, “Danilo el bueno” se convierte
ahora en el máximo exponente del poder y en sujeto de su dialéctica. Ya no será
la víctima sino el victimario.
El país seguirá con muchos problemas y Medina llevará la carga de una
sociedad que en cada etapa histórica, incluida la de ahora, ha sido testigo de
la falta de institucionalidad, la escasez de transparencia, la corrupción, la
impunidad, el pactismo de conveniencias y la falta de honorabilidad política.
Recién ahora comienza de verdad el gobierno de Medina.
El espectáculo que ha dado el PLD en los últimos meses refleja un mal
añejo: el excesivo aprecio al poder y el ultraje de la democracia. Esta es la
historia del PRSC, del PRD y también del PLD.
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