SANTO
DOMINGO, República Dominicana.- La palabra ha muerto. El silencio la abrazó,
acunándola con delicadeza, y la dejó postrada en una cama de tules invisibles.
Muchos fueron a despedirla. Otros esperan que vuelva a la vida. Pero, ¿puede
regresar aquello que jamás ha existido? ¿Se puede lograr lo que se resiste a
ser?
Así, como
algo que ha muerto o que no ha vivido jamás, es la intención de comunicarse del
presidente Danilo Medina: él, devoto fiel del silencio, se aleja cada vez más
de la prensa. ¿Entenderá que, al callar, olvidaremos todo lo que le necesitamos
preguntar?
Hace un par
de días el súper ministro administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta,
explicaba el silencio presidencial con el argumento de que elegimos al
Presidente para gobernar, no para hablar. Para hablar, señalaba, están los
ministros.
Sin olvidar
que muchos ministros se han contagiado con el virus del silencio, Peralta
debería entender que hay preguntas que sólo Danilo puede responder y que está
en la obligación de hacerlo: él es un servidor público y como tal tiene que
darle explicaciones a la ciudadanía cuando así se le requiera.
¿Cómo es
posible que hayan llegado al punto de encerrar a los periodistas en los salones
de las actividades para que nadie se le acerque al Presidente? Eso es un abuso.
Está claro
que Danilo no quiere hablar porque es más cómodo mandar notas de prensa, llenas
de propaganda barata, que exponerse a que le cuestionen. Es más bonito, lo sé,
dormirse sobre los tules del silencio, creando una atmósfera celestial, y soñar
con que todo está bien y con que todos nos creemos sus cuentos. Ya veremos
quién despierta primero.
Por Marien
Aristy Capitán.
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