Por Manuel Hernández Villeta.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- El grave problema de la Iglesia es que por décadas ha
sido indiferente ante la situación de los pobres, y se solaza de sus relaciones
con los ricos. Se piensa en templos con una construcción millonaria, mientras
lo que despectivamente se considera la chusma, vive en condiciones
infrahumanas.
La
Iglesia es política y partidista. Tiene un papel de ser pedestal del sistema en
que trabaja. Su disidencia es en el papel, presenta los cuadros de miseria en
la homilía, pero cena con los pudientes. Por años la Iglesia, así en mayúscula,
como institución ha sido la católica. Núcleo de apoyo a la dictadura de
Trujillo, al Golpe de Estado a Juan Bosch, pero también la cuna de curas
progresistas.
Los
evangélicos están ahora saliendo del templo para plantear soluciones sociales.
Es hora de que comprendan que todo lo físico o espiritual es de Dios y la solución
material a los estertores de este mundo
lo cubre el pensamiento de Jesús. El Sermón de la Montaña no está dando
la espalda a los pobres, sino que es su columna para apoyarse y hacer frente a
los problemas diarios aquí en la tierra.
Salvemos
el espíritu y el corazón del hombre y la
mujer de hoy, pero también luchemos para que coma, para que tenga asistencia
médica, sus hijos puedan ir a la escuela, se ponga freno a la delincuencia, a
los excesos del poder, a la corrupción, a los vicios, se esté en disposición de
concertar sobre los abortos y que entre lo material y lo espiritual puede haber
mezcla, sintetizada en el decoro humano.
La
casi totalidad de las iglesias evangélicas quedan en el corazón del barrio.
Conocen más que nadie la desdicha. Se casan, son padres de familia, van al
colmado todos los días, viven de lo que producen, van a hospitales públicos,
sino tienen seguros. Su prédica social debe ser con los humildes, con los
excluidos, con los olvidados de este mundo.
La
lucha en busca de reivindicaciones del día de hoy no soporta divisiones por ideas, principios
religiosos, marxistas o reformadores. Hoy de lo que se trata es que todos
tengan oportunidad de servirse en la mesa del progreso y la felicidad. ¡Ay!, se
me acabó la tinta.
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