Por
Wendy Camacho.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- En su obra Cultura Educativa Dominicana, Vicente Beras
explica que “la cultura dominicana en general se rebela contra el orden, el
ajuste, la corrección y la disciplina cerrada; es como si todo el mundo
estuviese de acuerdo en que lo correcto es vivir sin ley ni control, es la carta que mejor juegan los políticos al
ejecutar sus estrategias populistas”.
De
ahí que la escuela dominicana, entiéndase el sistema educativo, no escapa a
esta verdad dicha sobre la población en general, de modo que aquellos que
jueguen el papel de supervisores de los procesos educativos a cualquier nivel,
en nuestra cultura educativa, tienen en esta actitud un reto fundamental.
Pero
el reto no termina en la actitud inmediatista y acomodaticia con que de modo
general muchos docentes y alumnos asumen el proceso. El reto se magnifica en el
momento en que cualquiera de los protagonistas a supervisar entiende que en la
comunidad, barrio o provincia donde él interactúa, cuenta con la protección de
un hada madrina, la cual incentiva el caos.
Es en
este punto donde mejor se explican los efectos cuando se pone en práctica
la cultura de vincular a personas sin el
perfil profesional adecuado a la labor de supervisión escolar o en cualquier
otra función en el aparado educativo. Por lo que queda claro que el político,
para el Sistema Educativo, debe contribuir al diseño de políticas educativas,
sin actual como actor.
La
supervisión es un mecanismo esencial de la gerencia, representa la manera más
efectiva de diagnosticar el estado de cosas dentro de un sistema donde un
conjunto de personas desarrollan actividades al mismo tiempo y con objetivos
comunes.
En
materia estrictamente educativa, la educadora Edith Bravo Boada la define como la acción orientadora de ayuda
científica, técnica y humana que se aplica a un trabajo para obtener un mejor
logro de los propósitos educativos a fin de establecer planes que favorezcan la
acción pedagógica. Es decir, se trata de evaluar y orientar de forma
sistemática el trabajo y el desempeño del maestro.
Sin
embargo, de acuerdo a Enrique Miranda Martín, esa supervisión no puede
concebirse sin relacionarla con el desarrollo y la mejora de los centros
educativos.
Amanda
Mogollón considera que la acción supervisora debe ser eficiente e integrar los
procesos administrativos a través del cumplimiento sistemático de las
funciones: técnicas, administrativas, sociales, asistencia y mediación
correspondientes a la supervisión educativa.
De
igual forma, Imideo Nérici, en su tratado sobre la Introducción a la
Supervisión Escolar, sostiene que en la práctica se presentan dos tipos de
supervisión: la administrativa y la docente. Ambas en procura de la mejora del
proceso enseñanza-aprendizaje.
Tradicionalmente
en la República Dominicana, la política, ni los políticos, no jugaban el papel de trazador en materias
educativas al más alto nivel, dejando al mundo académico la exclusividad para la ejecución de un
Curriculum, heredado de la dictadura trujillista y por demás desconectado con
la realidad mundial. Esta realidad fue
en gran medida la chispa que motivó a los diferentes sectores sociales a
preocuparse por el tema de la educación, debido entre otras, a la necesidad de
vincular la formación del individuo en las escuelas vinculando las exigencias
del mercado laboral y al proceso de desarrollo de la nación.
En
ese contexto, se aprueba en el año 1992 el Plan Decenal de Educación, sin
embargo, el inicio de su ejecución fue llevado a cabo en el año 1993.
Actualmente
se hacen grandes esfuerzos en procura no solo de lograr una cobertura total de
la población nacional, sino que se ha elevado significativamente a partir del año
2012, el presupuesto a dicha cartera a un 4% del PIB. Haciendo posible con esos
recursos, inaugurar hasta la fecha de acuerdo a los datos ofrecidos por el
Ministerio de Educación más de 827 escuelas con aproximadamente 10,100 aulas
nuevas y unas 2500 restauradas.
Con
relación a la calidad de la educación en la República Dominicana, el ministro
de Educación, Andrés Navarro, sostiene que para mejorar la educación, se han
identificado tres ejes principales como son la política de formación docente,
el desarrollo en el aula del currículo por competencia y contar con centros
educativos sostenibles que será una nueva forma de administrar y gestionar las
escuelas.
Vale
la pena insistir en que no son posibles juntas la idea de ser político, con la
idea de ser educador o estudiante; cualquier actor del mundo educativo, si de
verdad entiende el papel de educador o supervisor educativo, lo primero que ha
de entender es que los principios y modos de actuar que predominan en el mundo
político o politiquero, no son aptos para el mundo educativo, con frecuencia
son contradictorios y dañinos.
De
manera que el reto es: (a) Lograr que quienes tengan a cargo las funciones de
supervisión entiendan que los hallazgos hechos en las supervisiones y las decisiones inherentes a los procesos de
control, así como las acciones a sugerir, no pueden estar sujetas a los
principios que imponen las simpatías políticas
o los intereses particulares y (b) Que su misión como acompañantes
implica, además de orientar los procesos, asumir el reto de desmontar con sus
ejecutorias las malas prácticas que afecten su campo de acción y en nuestra
educación, la práctica de tomar decisiones educativas a partir de imperativos
políticos ha perjudicado a la calidad de la educación del país, en especial a los sectores más pobres de la
población, desperdiciando miles de los millones de pesos invertidos como afirma
el ministro Andrés Navarro, para la
Revolución Educativa.
Nota:
La
autora reside en Santo Domingo. Tiene una maestría en “Ciencias de La
Educación, mención Supervisión Escolar”, con una amplia experiencia laboral
como docente y coordinadora pedagógica en centros públicos y privados.
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