Por
Luis Scheker Ortiz.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Se soltó “happy” con to y soga”, fue la ocurrencia
menos ofensiva que brotó espontáneamente de mi mente acostumbrada a todo tipo
de soberbia peledeísta procedente de sus voceros en pugna por la permanencia en
el poder de su gobierno y su partido morado con su estrella amarilla que
moralmente palidece ante la rampante corrupción y la lucha fratricida entre sus
principales líderes que aspiran perpetuarse en el poder hasta el 2044, según
anunciara el presidente Leonel Fernández, artífice del amarre institucional
de los poderes públicos consagrado en la proclamada Constitución del 26 de
enero de 2010, conmemorativo del nacimiento de nuestro Patricio Juan Pablo
Duarte.
Evidentemente,
la ley aprobada al vapor por la Asamblea General, no por un plebiscito, era inconstitucional,
habiendo desbordando su legitimidad al contener el proyecto de reforma 277
artículos (excluyendo las disposiciones transitorias) o sea, 155 artículos más
que la Constitución a ser “reformada”, lo que evidentemente era violatorio de
su Art. 117 que claramente establecía: “La necesidad de la reforma se declarará
por una ley, que no podrá ser observada por el Poder Ejecutivo, ordenará la
reunión de Asamblea General, determinará el objeto de la reforma e indicará los
artículos de la Constitución sobre los cuales versará.”
El
Art. 120 puntualiza: “La reforma constitucional solo podrá hacerse en la forma
que ella misma indica, y no podrá ser jamás suspendida ni anulada por ningún
poder ni autoridad, ni tampoco por aclamaciones populares.” ¿Y cuál era la
forma indicada por esa Constitución? Ya se dijo: “señalar los artículos sobre
los cuales versará la reforma.”Pero ¡No es posible “reformar” lo que no existe!
La
Suprema Corte de Justicia no conoció el recurso de impugnación de la Ley de Reforma. Esperó
pacientemente a que la Constitución fuera proclamada meses después para
declarar su rechazo porque “carecía de objeto la impugnación” quedando fallido
el Plebiscito única vía para legitimar la Reforma. Así se escribe la historia y
estos son sus resultados.
Vayamos
ahora al grano. El ministro de Obras Publicas y Comunicaciones, Gonzalo
Castillo, vocero autorizado del presidente Medina, hace tabla rasa de todos los
impedimentos que la Constitución impone, por propia decisión a la repostulación, “caravanea”, hace pronunciamientos a favor, llena los estadios de simpatizantes
clientelistas, enciende la llama y pretende ahora amordazar a dos ministros
respetables de su Gobierno, no de su partido, opuestos a ese designio. Lo mismo
que el ministro Peralta que trata callar a los funcionarios “hasta que el
Presidente se defina… (¿?)
Entretanto,
el Presidente juega con el tiempo sin saber qué hacer atrapado en su propia
telaraña. Mientras el país y el mundo deportivo consternados por el bestial
atentado criminal contra el Gran Big Papi, hubiera querido verle descender
desde su helicóptero en la clínica Abel González para trasladar al aeropuerto
Internacional a ese ídolo nacional y continental David Ortiz donde le esperaba
un avión dispuesto por los Medias Rojas de Boston para ser mejor atendido,
dejando grabada sus palabras: “No me dejen morir. Soy un hombre bueno…”
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