Por Danilo
Cruz Pichardo.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Sé que hay preocupación en diferentes sectores de la
sociedad dominicana por la crisis política que ha provocado la pretensión del
presidente de la República de reformar la Constitución, por segunda vez
consecutiva, para habilitarse y ser candidato en la contienda electoral del año
entrante.
Esa
preocupación es válida. Toda crisis política genera crisis económica y esta
última a su vez provoca crisis social. Juan Bosch explicó de forma pedagógica esa
realidad. Pero históricamente son las protestas sociales y políticas, aún
trayendo crisis circunstanciales, las que permiten el alcance de conquistas
libertarias y democráticas que terminan beneficiando a los pueblos.
Sin
Juan Pablo Duarte no diseña la Sociedad Secreta la Trinitaria y se realiza la
operación militar en contra de los haitianos, la independencia nacional no se
concretiza. Tampoco se hubiera salido de la tiranía trujillista si un grupo de
valientes dominicanos no interceptan y matan en el malecón a ese funesto sujeto
que gobernó durante 31 años.
Además,
fue el pueblo protestando en las calles que llevó a la familia Trujillo a salir
del país. Inclusive el propio Joaquín Balaguer se refugió en la Nunciatura y se
autoexilió.
También
fue la crisis política del año 1994, donde se despojó al doctor José Frnacisco Peña Gómez de
su triunfo electoral, lo que motivó a la firma del Pacto por la Democracia y la
reforma constitucional, que, entre otras conquistas, hizo posible la
prohibición de la Constitución. Lógicamente todas esas conquistas democráticas
se perdieron en los gobiernos del PLD, los cuales se encargaron de secuestrar
las instituciones democráticas, al punto que hoy día no hay un solo poder del
Estado independiente.
Con
la crisis del año 2012, donde Leonel Fernández vació las arcas del Estado para
imponer de forma no muy clara a Danilo Medina, hubo un escenario propicio para
que el candidato afectado, en este caso Hipólito Mejía, realice un pacto que
involucre recobrar la independencia de la institucionalidad perdida, pero se
desaprovechó y Mejía terminó siendo un socio comercial de Danilo Medina.
La
crisis actual es inocultable, pero muchos alegan que Leonel Fernández, Félix
Bautista, Roberto Rosario (el mismo de las diabluras en la JCE), Guzmán Fermín
(el chiquito de los intercambio de disparos), Prim Pujals, Diandino Peña,
Rondón, Pablo Ross (desde la cárcel),
Díaz Rúa, Peña Guaba, Wessin Chávez, los Vincho y demás, no tienen moral para
demandar respeto a la Constitución.
No es
cuestión de discutir moral ni entrar en los posibles antecedentes delictuosos
de esos caballeros. De lo que se trata es que ellos, por conveniencia
particular o no, son parte del 70% de dominicanos que, según las encuestas,
desaprueban la modificación de la ley sustantiva para satisfacer las ambiciones
personales del jefe de Estado. Las protestas reivindicativas son como las
guaguas públicas, donde todo el que se quiera subir que se suba.
Estoy
seguro que si no hubiese sido por esas vigilias y protestas, en las que también
han participado un sector del PRM, Juan Hubieres, el Falpo, parte de la Marcha
Verde y muchos dominicanos decentes, hace rato que el proyecto de reforma se
hubiera sometido contando con el quórum requerido entre los legisladores,
algunos de los cuales no han dado el paso por la presión social y,
naturalmente, por el posible despojo de la visa norteamericana. El juego luce
trancado y se cae la tesis que sostienen algunos de que el poder no se desafía.
Yo no
sé si la reforma va o no va, de lo que estoy seguro es que estas protestas
podrían traer finalmente resultados positivos para la institucionalidad
democrática de la República Dominicana.
El
autor es catedrático universitario. Reside en Santo Domingo.
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