Por Manuel Hernández Villeta.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Uno de los
momentos más triste de la terrible
guerra fría, fue cuando en los
Estados Unidos se inició la persecución de las ideas, condenando a todo el que
tuviera una línea de pensamiento liberal, o estuviera afiliado o simpatizara
con grupos señalados como de la
izquierda norteamericana.
Los
responsables de la persecución de los
intelectuales norteamericanos estaban acuartelados en el llamado Comité de Persecución de
Actividades Antiestadounidense. Se cometieron muchas injusticias en ese reinado
del terror, que comenzó en el 1950 y sobrepasó
el 1956.
Un
oscuro senador norteamericano encabezó esa persecución implacable, que condenó
a la muerte en vida a escritores, filósofos, directores y actores de cine.
Joseph Raymon McCarthy cortó cabezas a diestra y siniestra y convirtió el mundo
cinematográfico en un infierno.
Hoy
me ha tocado revisar mis viejos papeles de crítico de cine, luego de conocer de
la muerte de Kirk Douglas, uno de los mejores actores norteamericanos de todos
los tiempos. Douglas fue el encargado de ponerle fin a la famosa lista negra de
Hollywood, donde se escribieron los nombres de diez directores y libretistas
erradicados de por vida.
Para
comer, tenían que usar nombres ficticios
y ocultar su verdadera identidad. Douglas que fue el actor principal y
productor asociado de “Espartaco” nombró
para realizar el libreto a uno de los
perseguidos de McCarthy. Dalton Trumbo,
fue el guionista de la cinta y su nombre
aparece bien claro en los títulos iniciales y finales de la película.
Douglas
da un golpe de muerte a la persecución de las ideas contra los intelectuales, y
sepulta en el olvido a Macarthy. Pero también su nombre es historia por
ser uno de los actores que termino con
el monopolio de contratación de la fábrica de ilusiones, cuando se lanzó a
producir dos de sus películas más conocidas: “Sendero de Gloria” y “Espartaco”,
fuera del dominio de los grandes estudios de la Edad Dorada.
El
sistema no se lo perdonó, y por esa razón nunca pudo ganar un Oscar, y por
remordimientos de conciencia le dieron uno honorifico. Sin embargo, los grandes
festivales europeos, Cannes, Berlin, Barcelona, se rindieron a sus pies con
cuatro de sus mejores películas
“Senderos de Gloria”, “El Gran Carnaval”, “El Loco del Pelo Rojo” y
“Espartaco”.
Siempre
estará en mi pensamiento una de las escenas finales de “Espartaco”. Los romanos
quieren identificar al esclavo que se
levantó en lanzas por su libertad. Ante el interrogatorio sobre quién era el
líder del movimiento, solo se escuchó una voz colectiva de unidad y reafirmación de lucha: ¡Yo soy
Espartaco!. Baja el telón para una leyenda. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
0 Comentarios
Tu comentario es importante