Por Danilo Cruz Pichardo.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO ESTE.- Tenía varios años
retirado de la actividad política partidaria, pues no hallaba razones que me
motivaran a identificarme con ninguno de los líderes dominicanos, pues casi
todos asumen posturas conservadoras, creen en las cúpulas del empresariado y de
la iglesia católica (el cardenal, Agripino...) y ninguno se solidariza con los
intereses del pueblo y las causas nobles de la sociedad.
Con la desaparición física de Juan Bosch y de Jósé Francisco Peña Gómez
ningún político ha optado por emular su pensamiento de centro izquierda, un
ideario dirigido a enfrentar las desigualdades sociales, los grandes males, las
injusticias, el despojo del derecho ciudadano y el engaño practicado desde el
poder hacia los segmentos empobrecidos, de menor escolaridad y, por consiguiente,
de menor conciencia.
El único que eleva su voz ---con sus luchas y sus protestas, porque es
un gladiador--- es Manuel Jiménez,
alcalde electo por el municipio Santo Domingo Este. A ningún otro líder lo he
visto en Loma Miranda, en el Parque del Este, al lado de los Peregrinos de El
Seibo y en otros hechos y eventos en los que el poder gubernamental comete
abusos y persigue afectar el interés
nacional. Es un hombre, además, que cree
en las luchas sociales cuando las circunstancias así lo demandan y me adhiero a
ese tipo de conducta, porque los derechos no se mendigan, se reclaman.
Es un aspecto positivo, pero agréguele que es un
hombre moralmente intachable. Conozco muy bien la conducta política de los
líderes del PLD y si Manuel Jiménez tuviera alguna cola, hace tiempo que se la
hubiesen sacado a flote. Sus adversarios no han podido encontrarle nada en el
ámbito artístico (donde goza de reputación universal) ni en el ejercicio de la
actividad política, donde también dejó un legado significativo en su paso por
el Congreso Nacional.
Su
buena reputación, su imagen favorable, no es producto de los expertos del marketing político ni de los publicistas, es
el resultado de su acrisolada conducta pública. Esas prendas éticas me motivaron
a apoyarlo, hace diez meses, como candidato a alcalde. Parece que mis razones
fueron válidas, porque un astronómico 59.83 por ciento que votó por él tuvo la
misma visión.
El compositor y político asumirá sus funciones el
venidero día 24, pero tiene que tener mucho cuidado con los falsos aliados,
aquellos que se sumaron en la recta final o los que llegaron después del
triunfo, que dan like, comentan positivamente, reproducen y comparten todo lo
que el alcalde electo hace o escribe. Dan me gusta hasta a los gestos y a los
ademanes del que será en los próximos días el nuevo incumbente del Ayuntamiento
Santo Domingo Este. Los funcionarios conocen a sus verdaderos amigos cuando
salen del poder, nunca en el poder. El funcionario que valora como positivo las
actitudes de los lambones y de los adulones se está autoengañando, pues esos
serían los primeros en abandonarlo una vez salga del cargo.
El suscrito fue peñagomista hasta la muerte de ese
líder político. Pero fui peñagomista por convicción, no por otra razón. Nunca
le aprobé todo. Una vez fui a visitarlo a su casa y lo encontré escribiendo un
discurso a maquinilla para contestarle a Vincho Castillo. Hablo del año 1992.
Me permitió leer el texto y le dije: “Doctor no pierda su tiempo con un hombre
que apenas sacó tres mil y pico de votos, un fabulador y que Balaguer lo
utiliza como fuerza de choque en contra suya. Se quedó pensativo y me dijo:
“Tienes razón, tienes razón”.
Pero no fue la
única vez que me atreví a disentir del doctor Peña Gómez, aunque siempre con
mucho respeto, y algunas de mis observaciones las consideró tan válidas que me
recomendó, en una sesión de la Comisión Política del PRD, celebrada en marzo de
1998, a formar parte del equipo de estrategia de esa entidad política. “Te
felicito, Peña acaba de designarte miembro del equipo de estrategia”, me
comentó en los pasillos del local de la avenida Bolívar el difunto Aridio de
León. Peña, sin embargo, murió el 10 de mayo de ese año y creánme: En esos dos
meses nunca me invitaron a una reunión, porque en política hay zancadillas y
celos.
¿Celos? Sí,
mucho celo. Recuerdo que para el año 1993 el suscrito todavía era director de
la Escuela de Comunicación Social de la UASD, cargo que compartía con las
actividades del PRD, de cuya organización fui miembro del Comité Ejecutivo
Nacional y simultáneamente del Equipo de Prensa. En una reunión del Equipo de
Prensa el líder político participó y me hizo entrega del Programa de Gobierno
para las elecciones de 1994, con la finalidad de que haga la revisión
estilística correspondiente, y ahí hubo gente que quedó sorprendida y en lo
adelante observé, incluso, un cambio de conducta hacia un servidor.
Agradezco mucho
el respeto que el doctor Peña Gómez siempre me dispensó. Quizás obedece a mi
lealtad política a su persona, a que nunca le pedí nada, a que sabía disentir,
aunque con mucha altura, cuando no estaba de acuerdo con algo. Y Manuel
Jiménez, aunque no tenga la oratoria de Peña Gómez, es tan inteligente como el
extinto líder, con la diferencia de que es mucho más equilibrado que Peña Gómez.
Manuel Jiménez aspira a convertir a Santo Domingo Este
en una verdadera ciudad. Yo le creo. Pero tiene que hacerse acompañar de un
equipo de hombres honorables. Y sobre todo tiene que saber distinguir al amigo
sincero y leal del adulón. El adulón no es amigo de nadie y es perverso por
naturaleza.
0 Comentarios
Tu comentario es importante