Por
Danilo Cruz Pichardo.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- En esta campaña electoral atípica, por razones de la
empidemia de coronavirus que afecta a nuestro país y la ausencia de actos
masivos, se observa un significativo desequilibrio en la propaganda televisiva
a favor del candidato del Partido de la Liberación Dominicana y de otras
entidades, señor Gonzalo Castillo, con respecto a los candidatos de la
oposición, licenciado Luis Abinader, del Partido Revolucionario Moderno y
fuerzas aliadas, y el doctor Leonel Fernández, candidato de la Fuerza del
Pueblo y también de otras organizaciones.
Ese
desequilibrio constituye una violación a la Ley 15-19, Orgánica de Régimen
Electoral, cuya responsabilidad es de la Junta Central Electoral, la cual se
compromete a monitorear y a regular la propaganda de los candidatos en procura
de la debida equidad entre las distintas opciones a participar en el evento
electoral presidencial y legislativo del 5 de julio venidero.
De
forma adicional, el candidato Gonzalo Castillo se ha beneficiado políticamente
con el incremento del asistencialismo estatal, aumento que la propia Ley 15-19
prohíbe en campaña electoral tanto en el monto como en la cantidad de personas
beneficiarias, pero se ha tomado como pretexto la pandemia del nuevo
coronavirus, donde cientos de miles de dominicanos han perdido sus puestos
laborales y los trabajadores informales, que son la mayoría, han resultado
seriamente afectados.
Expertos en campañas electorales
consideran que es lógico que Gonzalo Castillo haya registrado algún repunte en
las encuestas de opinión, pues se le percibe, en los segmentos de menor
escolaridad, como el candidato de mayor aporte durante todo el trayecto de la
crisis sanitaria.
Politólogos independientes estiman
que fue un error de Luis Abinader el involucrarse en una campaña de
asistencialismo, donando equipos y hasta hospitales, porque se metió en un
escenario desigual, pues por más que done nunca podría competir con el Estado,
por lo que debió de optar por la denuncia del hecho inhumano de que se tome una
tragedia de salud para sacar beneficio político, sobre manera cuando se ha
aportado pruebas de compras sobrevaluadas de mascarillas, medicamentos y de
equipos.
Los resultados de la reciente
encuesta de Mark Penn/Stagwell han llevado oxigeno y levantado los ánimos de
muchos peledeístas, inclusive ha provocado que dirigentes del Comité Político,
que hasta antes de esa encuesta telefónica se habían mantenido indiferentes, se
integren a la campaña electoral.
Y esos resultados de Mark Penn han
motivado a la publicación de otras encuestas favorables a Gonzalo Castillo,
pero de firmas que nadie conoce o de pobre reputación. De todas maneras, se
trata de cifras que contribuyen a ofertar percepciones y ya hay muchos
dominicanos, incluyendo gente que hace análisis, que le ve posibilidades al
candidato del oficialismo.
Sin embargo, lo que se observa en las
calles es que Luis Abinader muestra una ventaja que sigue siendo importante. La
observación es una técnica de investigación científica y cuando se observa de
forma desapasionada se puede tener un pulso de la correlación de fuerzas
políticas.
También los investigadores se valen
del método deductivo en sus análisis políticos y no han faltado quienes
rechacen el 39 por ciento que la Mark Penn otorga a Luis Abinader, partiendo
del 35 por ciento que la Junta Central Electoral de Roberto Rosario le asignó
en el 2016, siendo candidato de un partido nuevo, un desprendimiento del PRD,
que todavía no estaba organizado en muchos municipios de la geografía nacional.
Un técnico de la propia JCE llegó a
confesar, meses después de la contienda comicial del 2016, que Luis Abinader
alcanzó un 40.2, es decir, la misma votación obtenida por Miguel Vargas
Maldonado cuando fue candidato presidencial en los comicios del 16 de mayo del
2008 por el Partido Revolucionario Dominicano.
Mediante el uso del mismo método
deductivo algunos analistas estiman que la fuerza actual de Luis Abinader y del
PRM podría ser superior a la de Hipólito Mejía y el PRD del 20 de mayo del
2012, cuando la JCE le dio un 47 por ciento.
Hay analista que creen, inclusive,
que la fuerza de Luis Abinader y del PRM es mayor a la de Hipólito Mejía y el
PRD del año 2000, cuando en el certamen comicial del 16 de mayo de ese año se
logró un 49.87%, número superior al que la Gallup le otorgaba al candidato
perredeísta una semana antes del certamen, que era de un 46%.
Se entiende, sin embargo, que todo
candidato presidencial que reciba 45% o más, previo a un torneo electoral,
tiene grandes posibilidades de juntarse con la anhelada mayoría absoluta, pues
en comicios sólo se computan los votos válidos emitidos. Porcentaje de
indecisos y de abstencionistas sólo salen en los estudios de opinión.
Hasta el momento, durante toda la
campaña electoral, la media de los resultados de las firmas encuestadoras
arrojan un porcentaje algo superior al 50% para el PRM y su candidato
presidencial. Y en caso de bajar del 50% no es motivo de preocupación, porque
regularmente cuando se trata de 45 o más las posibilidades de subir al 50 son
altas.
Los expertos del marketing político
dicen que Gonzalo Castillo es un producto difícil de vender, pero el nuevo
coronavirus, aunque se trata de una tragedia sanitaria, ha resultado ser su
salvación política, pues mientras todas las noticias giran en torno a la
pandemia y Gonzalo Castillo siga jugando el rol protagónico es posible
continuar creciendo.
Son los asesores internacionales de
Gonzalo Castillo, los cuales, según se dice, gozan de reputación internacional,
los que sugieren que todas las noticias de los diarios y toda la campaña electoral
gire en torno al coronavirus. De ahí la insitencia del presidente de la
República, Danilo Medina, de llevar el estado de emergencia lo más lejos
posible, incluyendo un toque de queda que sólo sirve para la campaña electoral
del candidato del PLD.
Tanto los estrategas de Gonzalo como
de Luis Abinader abogan por la reducción del porcentaje de Leonel Fernández,
porque esos votos se los reparten uno y otro, tarea que no ha resultado difícil
por la tendencia a la bipolarización que históricamente ha caracterizado a
nuestro escenario electoral. La gente no vota para quedar en tercer lugar.
Si la pandemia favorece a Gonzalo
Castillo, según Bernardo Vega y otros encuestólogos, entonces la estrategia de
los asesores políticos de Luis Abinader y de Leonel Fernández debería de
procurar la reducción del impacto noticioso y político de ese tema, pues de
todas maneras la gente lo que tiene es que usar mascarilla y practicar el
distanciamiento personal, pues la medicina de cura no llegará hasta finales de
año o inicio del 2021.
Todos coinciden en que el mejor
momento de Luis Abinader fue cuando los jóvenes se apostaron ante la Plaza de
la Bandera, en protesta por la cancelación de las elecciones municipales del 16
de febrero, pero también ante el cúmulo de actos de corrupción y de impunidad
judicial. Y los cacerolazos que retumbaron en todos los segmentos sociales, de
toda la geografía nacional, pusieron la tapa al pomo, porque todas esas
protestas en contra del PLD se transfirieron a favor del candidato de la
oposición.
Su discurso ante la televisión, horas
después de la anulación de las elecciones del 16 de febrero, fue firme y contundente, discurso
que va en consonancia a un candidato opositor, lo que satisfizo a muchos, pues
despejó dudas sobre el carácter conservador que le atribuyen.
Se alega que las razones para llevar
al PLD a la defensiva no han desaparecido, se han incrementado con las
irregularidades denunciadas en medio de la pandemia, por lo que hay quienes
sugieren un papel más protagónico de la juventud en lo que resta de la campaña
electoral y retomar los cacerolazos como medio de protesta pacífica, excluyendo
siempre las aglomeraciones de personas por razones obvias.
Luis Abinader tiene altas
posibilidades de ganar en la primera ronda electoral, en la medida en que
levante un discurso de denuncia y de firmeza, logre que la población retome las
protestas y de seguimiento a la JCE, organismo que si bien celebró elecciones
libres el 15 de marzo, fue bajo amenaza de la juventud de la Plaza de la
Bandera.
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