Por David R.
Lorenzo.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- La honestidad es una cualidad que poseen algunos seres humanos que tiene una estrecha relación con la buena actuación, la práctica de la verdad y la aplicación de justicia.
Es
un atributo difícil de cultivar y de florecer, ya que no es como una chispa,
que nace para volar en el aire y desvanecerse en menos de un suspiro, sino, que
prospera a medidas que lo hace el alma. El hierro con el hierro se aguzan, pero
la honestidad con la deshonestidad no.
Así las cosas, hago esta sencilla y humilde
reflexión, para referirme a lo sucedido en las elecciones de la seccional de
Nueva York, del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) realizada el 27 de
agosto pasada, en la que entre compañeros hubo un enfrentamiento verbal y hasta
amenazas, lo que obligó que no se contaran los votos, a pesar de que todo el
mundo supo, que La Plancha uno, obtuvo
22 votos: y la No. 2, 36.
La Comisión Nacional Electoral con sede en
Santo Domingo, cometió un error de procedimiento al anular el escrutinio sin justa causa, sancionando
al votante, en lugar de los que cometieron faltas, que atribuyo a la
inexperiencia, falta de conocimientos jurídicos y el deseo de algunos de castigar
a la Comisión Electoral de Nueva York, supongo yo, porque tomaron algunas
decisiones que no fueron de su agrado. También, por la instigación de los más
tendenciosos del Comité Ejecutivo del CDP y del Movimiento Marcelino Vega.
Pero, para ser honesto, probablemente todos cometimos faltas y todos erramos.
Esta Comisión Nacional Electoral realizó
otros comicios el pasado sábado 18 de septiembre, con la participación de la
plancha No. 1, presidida por Jenny Gómez, que había perdido las elecciones del
27 de agosto. Pero, independientemente, de la convocatoria a nuevas elecciones, lo más honesto hubiese sido que
los integrantes de la plancha No. 1, algunos de los cuales son mis amigos,
tampoco participaran y en cambio, reconocieran el triunfo de la plancha No. 2,
encabezada por Roberto Francis.
Pero no. Se proclamaron falsamente vencederos,
queriendo arrebatar el triunfo ajeno, y sus palabras en lugar de buscar la paz,
son como vientos impetuosos, porque cuando los hechos son dominados por la
pasión, la razón es la primera víctima.
Ahora bien, nunca es tarde, y ojalá que su arrogancia sea como una nube que se marcha y se desvanece. Ojalá que a todos nos llegue el sano juicio, y ojalá que entendamos que la honestidad, esa virtud difícil de cultivar, es más importante que un cargo y hasta que la propia sobrevivencia.
0 Comentarios
Tu comentario es importante