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ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Joaquín Balaguer gobernó 22 años en una época en la que la Constitución de la República no requería mayoría absoluta para ganar un proceso eleccionario. Con mayoría simple era suficiente. Y algunos de sus “triunfos” fueron cuestionables, como es el caso del registrado en 1966, donde el país estuvo ocupado por tropas norteamericanas.
También tienen
asteriscos los de los certámenes de 1970 y 1974, en los cuales, producto del
terror político y ausencia de libertades, la oposición se vio forzada a la abstención.
El autor de este
artículo no tiene ninguna duda de que en 1970, si Juan Bosch se hubiera puesto
al frente de una coalición opositora, se pudo haber construido una mayoría
electoral. Empero, el entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano, al venir de Benidorm, España, lo
que hizo fue quitarle las garrapatas al buey y guardar distancia con las
organizaciones de izquierda, sobre todo con el Movimiento Popular Dominicano (MPD). En 1974 también el Acuerdo
de Santiago tenía la fuerza necesaria para ganar el certamen comicial.
Se sabe, de todas
maneras, que Balaguer no entregaría el poder y estaba dispuesto a matar
opositores y que, producto de la Guerra Fría, contaba con el apoyo de Estados
Unidos.
La oposición, sin
embargo, supo también ponérsela fácil a Balaguer. Es el caso de la contienda de
1990, donde, por la división del PRD, el profesor Juan Bosch fue la opción
electoral de la oposición y, por triunfalismo o sectarismo, rechazó el apoyo
del PRD y el doctor Peña Gómez, que terminaron alcanzando un 24%. El candidato
del PLD también declinó el respaldo de Jacobo Majluta y su PRI, que logró en
las urnas un 7%. El hecho es que el líder peledeísta se quedó en un 34%, un
punto menos que Joaquín Balaguer, a quien la JCE le otorgó un 35%.
Bosch alegó fraude
electoral, pero no pudo demostrarlo. Y la consigna post electoral de que
“Balaguer que se vaya ya” no tuvo acogida en una población que no dejó de
preguntarse: ¿Por qué don Juan no aceptó el apoyo de Peña y Jacobo, que le
garantizaba un triunfo arrollador contra Joaquín Balaguer? Todos los dominicanos
queríamos verlo en la Presidencia de la República, porque era un hombre
honrado. Nadie podía imaginarse que Bosch ascendería al poder a robarse dinero
del erario. Nunca ocurriría.
Pero mostró ser
sectario en extremo y carente de vocación de poder. Ese, no otro, fue el motivo
por el cual el PLD se empequeñeció nuevamente y apenas alcanzó un 13% para el
torneo de 1994. Fue un castigo del electorado a un hombre que despreció el
respaldo de Peña y Jacobo, pero si supo recibir el de Balaguer en 1996, el cual
ni siquiera fue para él, sino para un discípulo, como es el caso de Leonel
Fernández.
Todo parece indicar
que las heridas entre Bosch y Peña nunca cicatrizaron, por lo menos para el
maestro.
Con estos datos
históricos se explica que cuando se busca el poder político no se puede actuar
con odios, rencores, egoísmo ni sectarismo. El que busca el poder tiene que
expresar, inclusive, desprendimiento y sacrificio, aspectos que no se observan
en las dos principales fuerzas políticas opositoras.
Quien suscribe ha tenido diferencias con el
presente Gobierno, pero sería mezquino no admitir que todas las encuestas
serias, realizadas en las últimas semanas, otorgan un repunte al oficialismo,
es decir, al PRM. En ningún estudio de opinión está por debajo del 45% y en
casi todos coquetea con el 50, por la sencilla razón de que se está haciendo,
en término electoral, lo mismo que hacía el PLD.
El PLD daba muchas
asistencias y el presente gobierno las ha multiplicado, consciente de que la
gente pobre y sin escolaridad otorga su voto, mayoritariamente, a quien le da
cosas materiales. Además, los gobiernistas lucen agresivos en la compra de
cuadros peledeístas, los cuales, guardando excepciones, están en oferta en
todos los municipios del país. No es solo que el gobierno compra peledeístas,
sino que los peledeístas se ofertan en subastas públicas. Naturalmente, como
mercenarios de la política al fin, su pago está garantizado en el mismo momento
de la venta.
Ese mismo fenómeno
se da con los denominados partidos chiquitos, que se ofertan en el mercado. Y
casi todos están apoyando al PRM, una réplica de lo mismo que se dio con el PLD
cuando estuvo en el poder. Ante la ausencia de ideologías, el escenario
político nacional se ha convertido en una verdadera compraventa.
El PRM tiene el inconveniente del disgusto de millares de sus militantes que hicieron campaña bajo pandemia, ofrecieron lealtad y sacrificios, después 16 largos años de oposición, y no han sido compensados durante tres años de administración. Desde palacio, por razones que muchos ignoran, se ha preferido la adquisición de nuevos dirigentes provenientes de otras parcelas políticas, un reciclaje que, conforme a las últimas encuestas, podría garantizar la permanencia en el poder por otro período de cuatro años.
Sin embargo, para que no se malinterprete, no estoy diciendo que el proceso presidencial del año entrante está definido. De ninguna manera. Leonel Fernández anda con un 30% en los bolsillos y Abel oscila entre un 15 y un 18%, por lo que con un eventual entendimiento electoral entre esos dos candidatos, con el impacto sicológico que tendría esa alianza en la población, las elecciones serían muy reñidas y habría definición en una sola ronda. Esa definición sería de un lado u otro.
Es un escenario posible, pero difícil de cristalizarse, porque a esta fecha, faltando once meses y días para el proceso presidencial, el PLD y la FP ni siquiera dan pasos encaminados a negociar las candidaturas municipales, pese a que los comicios para alcaldes y regidores son en febrero. El PLD y Fuerza del Pueblo, separados, podrían ser barridos y esos resultados repercuten negativamente para las presidenciales de mayo. La oposición, así dividida como está, no tiene posibilidades.
El caso de Leonel y Danilo se parece al de Bosch y Peña, guardando las diferencias históricas, pero las heridas fueron tan profundas que aún están abiertas. Lo que siempre se dice es que Danilo Medina es un hombre rencoroso. Y que Leonel es orgulloso, no es humilde y tiene un ego muy elevado. Si no echan todos esos posibles rencores, orgullos y arrogancias a un lado, están destinados a una larga espera, lo que no es un juego en dos personas que rondan las siete décadas.
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