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Por David R. Lorenzo.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO (22/02/2024).- Las malas palabras, insultos y groserías en el Periodismo, una nueva forma de agresión social. El uso de malas palabras, insultos y groserías en el periodismo de opinión es un fenómeno que gana espacio entre periodistas y oyentes y que va desplazando al periodismo bien pensado, bien argumentado y de calidad.
Esta indecente lexicología, que era propia de patarucos,
gañanes y de otras personas con escasa formación intelectual, va también
calando en aquellos profesionales que tienen preparación académica, ciertos
grados de formación intelectual, fluidez verbal y hasta un buen vocabulario.
Estos últimos, están sacrificando el buen Periodismo, por el
hecho de montarse en la ola de los likes, de tener seguidores y ganar fama.
Es cada vez más frecuente ver a periodistas, locutores,
comunicadores y usurpadores subir de tonos sus vocabularios y hasta gritar
cuando están frente a un micrófono o una cámara de televisión a la hora de
expresar sus opiniones.
Las razones son varias, y se pueden estudiar desde distintas
disciplinas. La Primera, desde el punto de vista jurídico, se puede decir que
se debe a falta de legislación o de leyes modernas que regulen la materia.
También, por inactividad, incompetencia o falta de voluntad
para actuar por parte de los organismos competentes, como en el caso de la
República Dominicana, la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos, que se
rige por el obsoleto Reglamento 824. Asimismo, por la falta de sanción penal de
los delitos cometidos, entre ellos, el ultraje, la difamación, la injuria y el
atentado al honor y las buenas costumbres, entre otros.
Segundo, desde el punto de vista de la neurología, esta
ciencia entiende que los periodistas, locutores, los llamados comunicadores o
quienes sean que utilicen las groserías, berrinches y el pronunciamiento de
palabras descompuestas llaman más la atención que los que verbalizan de forma
educada y con profundidad conceptual.
Por eso ya es cotidiano escuchar a muchas de estas personas
acompañar sus cóleras, con maldiciones y palabrotas, como “malparido, hijo de
puta, desgraciado, tu maldita madre, cojonudo, “maricón”, cuero (prostituta),
pendejo, chapiadora (mujer que busca hombres ricos), azaroso, ladronazo,
delincuente, estúpido o asqueroso, entre otros,
que lo ven como algo gracioso,
pero en realidad es un nuevo tipo de agresión social, que incluso, puede dañar la moral del afectado y la
sensibilidad de oyentes refinados.
En la República Dominicana, la palabra que está más en la
boca de muchos y hasta en películas producidas en esta isla, es decir a todo
pulmón “coño” o peor aún, “coñazo”, que en algunas naciones se refiere a la
parte íntima de la mujer, pero aquí, es un vocablo malsonante y vulgar que más
o menos quiere decir “carajo”.
Desde otro punto de vista, el de la neurociencia, la
liberación de estas expresiones fuertes les provoca un placer emocional a
quienes las utilizan, porque creen que nadie le escucha sino las sueltan por
sus bocas, o que nadie le va a hacer caso. Además, se sienten más hombres o más
mujeres porque creen sentirse con poder.
Además, aumenta el ego y la arrogancia de casi todo el que
habla por un medio de comunicación, porque cree que tiene licencia para decir
todo lo que le dé la gana, criticar e insultar a todo el mundo y de estar por
encima de cualquier autoridad y de la Ley.
Así las cosas, los escandalosos y pestilentes serán mejor
recordados que los bien educados. Incluso, pueden llegar a tener más famas, ser
más respetados, tener más éxitos y conseguir mayor cantidad de dinero.
Desde otro punto de vista, el de la ciencia de la
comunicación, estos personajes procuran la fama a cualquier precio, y así como
en matemáticas, la distancia más cortas entre dos puntos, es la recta que los
une, la indecencia es el camino más rápido para alcanzar la fama, porque a la
mayor parte de los oyentes se deleitan con ella, les gusta el circo y que ruede
la sangre.
Esto nos explica por qué hay tantos analfabetos y legos que
alcanzan el rango de los mal llamados “influencers” que abundan como la hierba
mala en los medios de comunicación y en las plataformas tecnológicas.
Lamentablemente ese periodismo desbocado va destruyendo las
buenas costumbres del pasado, y de tanto repetirse, está siendo aceptado como bueno y como algo normal, y no
es más que otra forma de violencia social.
A pesar de todo, creemos que el buen periodismo debe resistir
hasta donde sea posible, y se debe seguir enseñando que las expresiones
indecorosas, los insultos, gritos y alaridos no forman parte del manual de un
buen periodismo.
Pero, sobre todo, se debe tener bien claro, que de la boca del buen periodista, ninguna palabra corrompida puede salir, sino aquellas que sean buenas, que edifiquen y añadan sabiduría.
Posdata: El autor es periodista y abogado de la República Dominicana, y director del portal “libertaddeexpresion.net”.
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