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José Francisco Peña Gómez, un prócer de la República


Filiberto Cruz Sánchez
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La historia de vida de José Francisco Peña Gómez es el ejemplo más elocuente de cómo un hombre de origen humilde, nacido en piso de suelo y techo de yaguas, puede erigirse, con el paso del tiempo, en un personaje que resume en sí las más encumbradas cualidades humanas, aquellas que el talento individual es capaz de alcanzar con el esfuerzo tesonero y las coloca al servicio de las mejores causas de un pueblo que, a pesar de sus angustias, jamás ha dejado de luchar por construir una vida mejor.
Han pasado ya catorce años desde que la energía de aquel ser extraordinario fue vencida por una enfermedad terminal que nos privó también de su liderazgo, de su nobleza, de su solidaridad, de su generosidad, de su desprendimiento, pero jamás de su entrega por la construcción de una auténtica democracia en República Dominicana; jamás de su ejemplo de valor y grandeza, que sólo los hombres y mujeres de sus cualidades son capaces de desarrollar en medio de una sociedad que, al parecer, aún no acaba de verse en su propio espejo.
Había nacido el 6 de marzo de 1937 en la Loma del Flaco, o Loma de Guayacanes, entonces perteneciente al municipio de Guayubín. Su padre, Oguís Vicente, fue un agricultor nativo de Las Matas de Farfán y su madre, María Marcelino, era vendutera de productos agrícolas en los mercados de las zonas aledañas. Ambos vivían en aquella comunidad de la Línea Noroeste cuando le llegó la infausta noticia de que el tirano Trujillo había ordenado, en los primeros días de octubre, la matanza de miles de haitianos residentes en las zonas más cercanas a la frontera con la República de Haití.
El genocidio ordenado por el déspota desintegró para siempre a numerosas familias dominicanas de tez oscura que también fueron víctimas de la persecución y la muerte, al ser confundidas por las hordas trujillistas con nacionales del vecino país. En su precipitada huida por distintas zonas del Noroeste, los padres biológicos de los niños Domingo y José Francisco, optaron por abandonarlos, obedeciendo no se sabe a cuáles razones tan poderosas, y se refugiaron en Cabo Haitiano. Los niños abandonados, salvaron sus vidas milagrosamente. Se sabe que José Francisco, con apenas siete meses de nacido, fue recogido por la señora María Petronila que, conmovida por los gritos a distancia del infante moribundo, convenció a su marido para ir en su auxilio. Días después, la señora se trasladó a Mao y el pequeño pasó a una nueva familia, acomodada, integrada por los esposos Regino Peña y Fermina Gómez, quienes lo adoptaron definitivamente.
Sabemos que desde muy joven se acostumbró a los libros y creó un insaciable hábito de lectura que serían determinantes en el desarrollo de sus cualidades. Sus andanzas, en los años finales de la dictadura de Trujillo, lo llevaron a la comunidad de Yaguate, en San Cristóbal, donde fue maestro de escuela por varios años; posteriormente fue llevado al Centro Reformatorio de la ciudad, especializado en el tratamiento de jóvenes descarriados, labor que despertaría en él sus inquietudes sociales.
Allí también nació su temprana inclinación por la actividad política, influenciado por la filosofía del Centro y la mayoría de sus profesores que eran religiosos españoles opuestos a la dictadura. En horas de la noche, acostumbraba a escuchar las emisoras de radio que trasmitían desde la distante Venezuela los discursos de los exiliados dominicanos, llegando incluso a formar un núcleo de personas opuestas al régimen.
Gracias a su labor magisterial, pudo matricularse en la Universidad de Santo Domingo, donde estudió su carrera de Derecho. Asimismo, para mejorar su dicción, el joven José Francisco ingresó a la Academia de Locución “Héctor J. Díaz”, donde se graduó de Locutor en el año 1959. La elocuencia de su voz muy pronto lo llevó a trabajar en la emisora “La Voz Dominicana”, propiedad de un hermano del dictador. Sería en aquella potente emisora de la capital donde acabó de moldear sus dotes de orador y su profunda vocación por la política.
Antes de la expedición del 14 de junio de 1959, José Francisco había dejado su trabajo en “La Voz Dominicana” y decidió regresar a San Cristóbal para continuar su labor de maestro. Entre los cientos de  expedicionarios del 14 de junio, hubo un jovencito cubano llamado Pablito Mirabal que se enroló en el ejército expedicionario y después de su fracaso militar, pudo sobrevivir y fue enviado al Centro Reformatorio, donde conoció a José Francisco. Allí conversaron sobre los preparativos de la expedición y sobre la existencia en Cuba del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
La expedición de junio fue un fracaso militar, pero generó en el seno de la clase media una fuerte corriente de opinión contraria a la continuación del régimen. Un conjunto de factores internos y externos acabaron con la vida del tirano la noche heroica del 30 de mayo de 1961. Ruidosas manifestaciones populares estallaron en todo el país, mientras surgían nuevas organizaciones que anunciaban una transición hacia un régimen de apertura política restringida. En este nuevo escenario, vino al país el 5 de julio de 1961 la primera avanzada del PRD, encabezada por Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo para organizar al partido por primera vez en territorio dominicano y encabezar la lucha por la libertad y la democracia.
La llegada de la misión sería la primera oportunidad de aquel joven negro, delgado y con voz de trueno para iniciarse en la actividad política abierta, donde muy pronto pudo exhibir sus dotes de orador y agitador de las multitudes. Era el primer acto realizado en la calle El Conde esquina Hostos de la zona colonial de Santo Domingo para darle la bienvenida a la avanzada del PRD; allí Peña Gómez pudo pronunciar su primer discurso político públicamente. Días después volvió a conversar con Ángel Miolán, Secretario General del PRD, para expresarle su decisión de formar parte de la nueva organización y desde entonces jamás se separó del partido de sus amores.
Don Ángel Miolán había instruido al inquieto joven para que organizara “el primer gran mitin revolucionario, después de la muerte de Trujillo”. El día escogido fue el 16 de julio y el lugar el Parque Colón. El pueblo de la capital se dio ese día tremendo banquete, al escuchar a diez oradores que, al parecer, se olvidaron de la presencia de los agentes policiales al servicio del tenebroso régimen que aún permanecía intacto.
Desde entonces, jamás tendría un día de descanso. La misión de los recién llegados era organizar al PRD en todo el país. Los viajes por el interior fueron pródigos, aunque los remanentes del trujillato, paleros y soplones, atacaban las caravanas y los mítines, donde Peña Gómez pronunciaba encendidos discursos, contribuyendo a despertar la conciencia del pueblo a favor de un nuevo régimen.
En septiembre de 1961 hizo su primer viaje al exterior, cuando formó parte de un grupo de 24 jóvenes que fueron seleccionados para ir a Costa Rica a estudiar ciencias políticas, en el Instituto de Educación Política de San Isidro de Coronado. Allí pudo conocer al líder del PRD, profesor Juan Bosch, quien esperaba un mejor momento para regresar al país. Al obtener las mejores calificaciones entre los jóvenes participantes en el curso de ciencias políticas, Peña Gómez pronunció, a nombre de los graduandos, las palabras principales en el acto de graduación.
 Bosch había regresado en octubre y de inmediato empezó su larga carrera de pedagogía política. A través del programa radial “Tribuna Democrática”, dirigido por Peña Gómez, se dirigía a los dominicanos con un lenguaje didáctico, hablándole de los problemas sociales, económicos y políticos que el pueblo quería escuchar. Con sus brillantes exposiciones radiales, el Presidente y líder del PRD pudo cautivar la simpatía del pueblo y desde entonces el partido del buey y el jacho prendío ha sido la maquinaria política más poderosa de nuestra historia política contemporánea.
Las relaciones afectivas entre el maestro y su nuevo alumno se habían formalizado mediante el  compadrazgo. Bosch le había bautizado al “joven y fogoso líder” a una sus primeras hijas y desde entonces la relación entre ellos sería de padre e hijo.
En los meses siguientes, encontramos a Peña Gómez siendo miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PRD y su Secretario de Prensa y Propaganda. Volvería a viajar a Puerto Rico y los Estados Unidos para participar en nuevos cursos de formación política. Cuando regresó al país, encontró un ambiente electoral muy caldeado, pues el PRD y su líder competían con la Unión Cívica Nacional y su candidato Viriato Fiallo por ganar las elecciones del 20 de diciembre de 1962. Aquellas serían las primeras elecciones libres después del magnicidio. La oligarquía dominicana, aliada a la Iglesia Católica, desató durante la campaña sus furias venenosas contra Bosch, que ganó ampliamente las elecciones.
Al concluir las elecciones presidenciales, fue necesario convocar a una Asamblea Constituyente para darle al país una nueva Constitución, acorde con las mejores aspiraciones del pueblo dominicano. El PRD había nominado a Peña Gómez candidato a Diputado para la Constituyente, pero el joven dirigente, con apenas 25 años de edad, no aceptó esa distinción, alegando que debía madurar en el quehacer político. Ese sería el primer gesto de su desinterés por los cargos públicos. Se sabe también que cuando Bosch asumió la presidencia, en febrero de 1963, quiso nombrarlo como embajador en Washington, o Ministro de Educación, pero el joven dirigente, nacido en la extrema pobreza, tampoco mostró interés por esas funciones públicas, dando así un nuevo ejemplo de desprendimiento poco común. Sólo aceptó la función de Director de la Oficina del Pueblo, un organismo enlace entre el partido y el gobierno.
Cuando se produjo el golpe de Estado, el 25 de septiembre de 1963, Bosch y sus principales funcionarios salieron al exilio, mientras el PRD parecía estar desintegrado. En aquellos días aciagos, cuando la nación contemplaba el derrumbe de su primer ensayo democrático después de la muerte de Trujillo, el gobierno ilegal surgido de la asonada septembrina, llamado Triunvirato, implantó el terror y la persecución política; no obstante, Peña Gómez había decidido quedarse en el país para continuar la lucha contra el gobierno corrupto y represivo del Triunvirato, junto a Ángel Miolán.
Su voz orientadora y estruendosa se hizo escuchar a través de “Tribuna Democrática”. Por su rol protagónico contra el Triunvirato, fue apresado en varias ocasiones, sin claudicar un ápice en  su firme decisión de luchar por el retorno a la constitucionalidad sin elecciones. Debido al enorme repudio del pueblo dominicano al régimen nacido de asonada militar, los líderes del Triunvirato intentaron organizar nuevas elecciones para legitimar al gobierno, pero Peña Gómez no titubeó en oponerse a ese nuevo intento fraudulento.
En seno de las Fuerzas Armadas existía la división entre diversos grupos militares que obraban en distintas direcciones. Había un grupo que conspiraba contra el gobierno ilegal para favorecer el regreso al país del doctor Joaquín Balaguer, quien vivía exiliado en Nueva York desde 1962, cuando se vio obligado a renunciar a la presidencia del Consejo de Estado. Otro grupo, integrado por jóvenes oficiales que simpatizaban con depuesto Presidente Bosch, conspiraban para restablecer el orden constitucional de 1963 sin elecciones. Un tercer grupo estaba formado por los militares golpistas que sustentaban al tambaleante régimen del Triunvirato. En medio de los trajines conspirativos se movía el joven Peña Gómez, quien mantenía su comunicación con Juan Bosch desde su exilio en Puerto Rico. Las testigos oculares de aquellos agitados meses, coinciden en destacar el papel protagónico desempeñado por el nuevo líder del PRD en la organización y estallido de la guerra civil de 1965 que buscaba el retorno de Bosch al poder sin elecciones.
Aquel día 24 de abril de 1965 estará registrado en las páginas de la historia dominicana como uno de los más heroicos. No era ese el día programado para el estallido de la conspiración, pero el intento del general  Marcos Rivera Cuesta, jefe del Ejército, por apresar a varios oficiales envueltos en la conjura, precipitó los acontecimientos. Resulta que quien terminó apresado fue Rivera Cuesta y los miembros de su escolta. El capitán Mario Peña Taveras los redujo a prisión y horas después pudo comunicarle a Peña Gómez lo ocurrido. Después que confirmo por otra vía lo ocurrido en el Campamento 16 de Agosto, Peña Gómez no vaciló un instante, usó el micrófono de Radio Comercial, por donde se difundía “Tribuna Democrática” y llamó  al pueblo a respaldar la acción de los militares constitucionalistas, iniciándose así el acontecimiento político y militar más trascendente de la historia dominicana durante el siglo veinte.
Continuará mañana.

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