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SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El héroe insigne de Montecristi se llama José Cabrera. Así lo sostuve
el pasado 24 de mayo cuando, a invitación de la Asociación de Montecristeños
Residentes en la Capital, viajé junto a mi esposa Dulce a esa ciudad, y dicté
una conferencia sobre los montecristeños en la Guerra de Restauración.
Montecristi, por donde tantas veces ha transitado la historia,
puede enorgullecerse de contar entre sus hijos a Manolo Tavárez, como el prócer
por excelencia del siglo veinte; también puede tener a mucha honra el papel de
los suyos en la Restauración.
Muchos son dignos de la más solemne veneración, por el valor con
que pelearon por ver su tierra libre de los colonialistas españoles.
Pero ninguno más perseverante ni más puntual en la defensa de la
independencia y la libertad que el coronel Cabrera.
Desde que se impuso la anexión en marzo de 1861 se levantó en
rebelión. Acompañó a Francisco del Rosario Sánchez en la expedición de junio de
ese año por la frontera sur, que terminó con la ejecución de este prócer y
veinte de sus compañeros.
Cabrera escapó casi de milagro.
Pero no se rindió. Volvió sublevado a los montes de la frontera
norte, trabajó afosamente por darle amplitud a la resistencia que en ocasiones
casi solo mantenía.
Con sorprendente habilidad transitaba por trillos y veredas que
conocía al detalle y fue personaje clave en la preparación del precipitado
alzamiento de febrero de 1863. No se acogió a la amnistía que, como parte de
una política de apaciguamiento, dictaron las autoridades y con los tiros de su
reducida guerrilla daba noticias de que el patriotismo no había muerto.
Fue uno de los catorce de Capotillo, estuvo en primera línea en
los campos de batalla de la Línea; peleó en Santiago; fue destinado por el
gobierno restaurador a San Cristóbal; luego, jefe del campamento de Manzanillo,
estuvo en la resistencia al desembarco de los españoles en el verano de 1864 en
Montecristi.
Por cruel ironía de la historia, poco después del triunfo de las
armas nacionales en 1865, volvió al poder Buenaventura Báez y se propuso anexar
de nuevo la República, esta vez a los Estados Unidos.
No pocos grandes restauradores montecristeños estropearon los
laureles de sus glorias y se pusieron al servicio de Báez. José Cabrera, en
cambio, reivindicó su condición de soldado de Capotillo, volvió a las armas y
peleó incansablemente, en los seis años largos que duró el cuarto gobierno de
Báez.
Son algunas prendas de este héroe, nacido en 1810, que murió en
1884, tan pobre como vivió siempre. La historia alguna vez lo pondrá en su
justo lugar y Montecristi empezará por levantarle el correspondiente mausoleo
que rescate las cenizas de este héroe insigne, que hoy se confunden con el
polvo que tantas veces él marcó con sus huellas de soldado.
Fuente: El Día
Fuente: El Día
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