Por Andrés L. Mateo.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Hay que leer el
expediente de la Procuraduría General de la República contra Félix Bautista
como una novela. De hecho, el reconocido abogado Francisco Álvarez Valdez hace
unos días publicó un artículo titulado “Cuando la realidad supera la ficción”,
describiendo las auténticas chapuzas que se tejieron para mover fortunas
descomunales y obscenas.
No solo es insólito el proceso de acumulación originaria
que lleva a la constitución de una fortuna de dimensiones colosales, sino que
la sociedad en su conjunto parece estar perdida para todas las causas; y el
problema no es vencer a tal o cual poder, transformar tal o cual institución,
sino acabar con la anomia de todo el Estado, que permite que ocurran hechos
semejantes.
¿Cómo es posible que la proximidad a un “Gran Líder”, el uso de la
influencia, se convierta en creador de riquezas inimaginables, en factor de
producción, en un país con un PIB tan modesto?
¿Es que el poder se configuró de tal manera que
esparció el terror silencioso al que nadie es ajeno? ¿Es que además de
monopolizar el poder, el Estado leonelista monopolizó también la razón? ¿Es que
todos los viejos militantes del antiguo PLD fueron despojados de cualquier
subjetividad que los empujara a condenar el latrocinio que ocurría frente a sus
ojos? ¿Y los poderes fácticos, los industriales, comerciantes, la iglesia, la
sociedad civil; no tenían, por lo menos, una obligación moral de reaccionar, de
fisgar en ése despliegue desproporcionado de la corrupción, la oportunidad para
meditar las tareas transformadoras pospuestas desde la muerte de Trujillo? ¿No
ha derrumbado éste expediente de la Procuraduría todo optimismo histórico, toda
esperanza de que la política pueda ser otra cosa? ¿No se respira un pesimismo
político absoluto?
Cuando Leonel Fernández impuso su primera reelección,
en un espectáculo propio de la ostentación de su estilo, subió al poder con 436
movimientos políticos y 12 partidos. Yo denominé entonces al conglomerado de
gobierno como “El Estado parcela”. Todo el mundo exigió su “particelle”, y,
descoyuntado, el Estado-Nación fue saqueado en beneficio de los administradores
del “parcelle” que el Príncipe le designó.
Quien quiera puede leer el libro de
Participación Ciudadana sobre la corrupción durante éste periodo, y podrá
establecer la génesis de la desfachatez con que esto ocurrió, en la concepción
particular del expresidente Fernández del Estado como parcela. Se distribuyó el
Estado, la corrupción se generalizó, se configuró una estructura de
poder(“Retícula” la llama Michel Foucault) en la que cada quién exprimía su
parcela.
El Estado dominicano es todavía hoy una suma de las múltiples
“particellas” que lo integran, y cada una entraña, desgraciadamente, un
proyecto individual. INESPRE mantiene un ventorrillo de partido en el que se
pavonea un “general”.
La lotería es feudo de los Peña Guaba. Los de Wessin
tienen Bienes Nacionales. Euclides Gutiérrez su Superintendencia de Seguros. En
CORDE un reformista espanta moscas. Rosario su JCE. Relaciones exteriores era
finca reformista. La Fuerza Nacional Progresista su Migración y otras boronas.
Los del PTD de la ex izquierda andan con su macutico al hombro. Y un largo
etcétera.
Es contra ése telón de fondo que hay que leer el
expediente del Procurador General de la República contra Félix Bautista.
Incluso construyendo un universo de sentidos que apela a la ficción novelesca.
El Estado Dominicano quedó secuestrado, repartido. Y
uno se asombra de que hayamos soportado ese despojo que describe el expediente,
cual emanación de otra forma de servidumbre.
Asombra verdaderamente esa visión tan aldeana del
Estado que a la altura del siglo XXI se tiene, porque esa ideología
conchoprimesca subsiste íntegramente, y los corruptos son tan recurrentes en la
vida institucional del país, que el sentido común ha terminado por coexistir
con ellos como algo natural.
Por eso resulta muy afortunado que el abogado
Francisco Álvarez Valdez haya titulado su artículo “Cuando la realidad supera
la ficción”, porque nos parece increíble todo cuanto se narra en el texto del
Procurador, como si no hubiera sociedad, como si todos no fuéramos más que una
réplica del poder, como si nosotros mismos produjéramos nuestra propia
sumisión, y remontáramos nuestra existencia desde la hez del mundo.
No importa lo que hagan los jueces con él, todos
deberían leer ése expediente levantado contra el vacío de la impunidad. Es la
novela de la desmesura, la clepsidra del horror de vivir sin un régimen de
consecuencias.
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