Por Rigoberto Bello.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Los hechos violentos
registrados en el país en los últimos días, dan la sensación en la ciudadanía,
de que los delincuentes son la verdadera autoridad en las calles.
Tal planteamiento, para algunos que quizás nunca han sido
víctimas de un asalto violento, podría parecer algo exagerado, pero por el
contrario, retrata de manera fehaciente la situación de inseguridad que vive a
diario el ciudadano de a pie.
Ser víctima de un atraco, se está volviendo una costumbre, ya
que a cada momento se escucha a un amigo, vecino o a cualquier persona decir,
me atracaron unos carajitos que andaban en un motor. Nadie está a salvo ni seguro,
pero nadie hace nada.
Todo el mundo lo sabe (el Ministro de Interior y Policía, el director de la Policía Nacional, los Jueces, los Organismos de Inteligencia del
Estado, el mismo Presidente de la
República, la Oposición política, los empresarios, las iglesias en sus
diferentes manifestaciones y credo, pero nadie hace nada, mientras la gente de
trabajo sufre las consecuencias de las muertes, atracos y todo tipo de
violencia, perpetradas por dos o tres violentos que no pueden, ni deben vivir
en sociedad.
Lo que ocurre, es que no se toman medidas preventivas y la
autoridad reacciona luego que ocurren los hechos, que en muchas ocasiones
llegan a ser fatales para las víctimas y sus familias.
Aunque la cura resulte más dura que la enfermedad, las autoridades
deben comenzar a dar respuestas contundentes y enfrentar a los malhechores en
el terreno que elijan, pues si es necesario utilizar la fuerza o violencia del
Estado para buscarlos, ya sea hasta por las hojas de los palos, el fondo del
mar o al mismo centro de la tierra, pero la población debe encontrar sosiego al
precio que sea.
El problema es, que los malos sabiendo que no les va a pasar
nada siguen en sus andanzas, y en ocasiones consiguen adhesión de la misma
autoridad policial, y ni se diga de los
jueces que los ponen en libertad por cualquier tontería, alegando dizque una
mala instrumentación de un expediente.
Los atracos y muertes violentas dejan secuelas permanentes en
las víctimas y sus familias, son como heridas profundas que no son fáciles de
borrar con terapias psicológicas.
Lo penoso de todo esto, es que en el Palacio lo sabe hasta el
gato, y no orientan al Primer Mandatario, para que desarrolle una política de
cero tolerancia contra los verdugos.
De seguir así en poco tiempo no tendremos país, se alejarán
las inversionistas, pues nadie quiere invertir sus recursos en países
inviables.
Las autoridades se están dejando robar el país de los
delincuentes y hacen muy poco o prácticamente nada para revertir esa situación,
pues usted no está seguro ni en su propia casa.
Es un secreto a voces que la gran mayoría de los atracos y
muertes las ocasionan asaltantes desde motocicletas, más sin embargo no se
entiende por qué no se puede prohibir que dos jóvenes con perfiles
delincuenciales se les impida desplazarse en una moto.
Lo que estamos viendo hoy en nuestra amada Quisqueya, ya
ocurrió en los hermanos países de Colombia y México y miren a ver cuáles han
sido las consecuencias, porque las autoridades de esas naciones no actuaron a
tiempo.
Ojala que la pesadilla de los atracos violentos no toque la
puerta de un alto funcionario, para que el gobierno reaccione de cómo se siente
la gente cuando pierde en manos de la delincuencia a uno de sus seres queridos.
Recientemente me dijo un amigo, tan buen trabajo que en
términos económicos viene realizando el Presidente, pero al parecer no
reacciona, y no se da cuenta que los violentos van a terminar robándole
el país.
Acaso no saben en el gobierno que la seguridad ciudadana es
un asunto de seguridad nacional, aunque algunos no quieran verlo así.
Por esa razón, al no existir una política de Estado definida
para enfrentar la delincuencia, se ponen parches y paños tibios, o se inventan
operativos, que solo llevan la intriga entre los funcionarios del área, que al
perecer solo les interesa granjearse protagonismo.
El inventar unos operativos cocinados al vapor, son meros
paliativos para marear a la gente que ya no cree en eso.
Lo que se requieren
son respuestas contundentes para ponerle freno a esta desgracia de la violencia
callejera.
Que hagan lo que tengan que hacer para enfrentar ese terrible
mal, ya que la gente sensata los va a apoyar, pero lo que no se debe permitir
es que los delincuentes sean los amos y señores de las calles, y no exista una
mano fuerte que le ponga el cascabel al gato.
Se debe rediseñar una política de seguridad del Estado que
incorpore a la justicia, la policía, los organismos de inteligencia y todo
aquel que pueda aportar, para ver si de esta manera la delincuencia no le tumba
el pulso a la autoridad.
El autor es periodista.
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