ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO
DOMINGO.- Se debate de nuevo el drama de
la reelección presidencial. Un tema de muchas aristas, donde se mueven grandes
pasiones. La reelección no se puede establecer por decreto, por declaraciones
de funcionarios o por un acápite constitucional. Es la decisión de un hombre, y
la carencia de fuerzas de una oposición para impedirlo.
Una postulación continuista depende de la coyuntura
socio-económica en que se encuentre el país para el año 2020. Ni siquiera un
año antes de esa fecha se puede decir si el hombre va o no va. Como la
república se encuentre en el final del 2019 decidirá el tema
reelección.
El maestro del continuismo fue el doctor Joaquín Balaguer. Le
tocó gobernar por 22 años. Las enfermedades y la edad lo doblegaron. Aunque
tenía el deseo de seguir en el Palacio Nacional, ya no le respondían las
fuerzas físicas. El pueblo quería un cambio. Para el poder hegemónico de los
Estados Unidos era un riesgo que un hombre ciego y próximo a vivir un siglo,
estuviera dirigiendo un país.
Las reelecciones del doctor Balaguer respondían a hechos de fuerza. La voluntad popular era una
letra muerta para él. La Constitución la veía como un pedazo de papel. El continuismo
depende de la fuerza, el poder y el deseo del gobernante de seguir sentado en
la silla. El pueblo siempre es el que tiene la última palabra y puede rechazar
ese intento.
Balaguer sembró en el corazón de los políticos dominicanos la
idea del continuismo. La herencia del doctor Balaguer fue su escuela política.
Todos los que hoy están en los estamentos partidistas nacionales
hacen fila en torno a los métodos balagueristas. El clientelismo, la
demagogia, el dar migajas a los pobres, sustentar el liderazgo en un anillo particular y en el respaldo de las
masas silentes.
Grandes opositores de Balaguer en el ayer, hoy son sus fieles continuadores
y copian totalmente sus métodos. Dan resultados, si tomamos en cuenta que
levantando esas ideas, los dos principales partidos que le adversaron llegaron
al poder.
Balaguer fue un maestro de su silencio y su soledad. Me tocó
cubrir (buscar el hecho noticioso) por años sus caminatas en el Parque Mirador.
Lo vi solitario, solo con sus
guardaespaldas, sin seguidores, sin aduladores, para unos sin perspectivas
políticas, pero a paso lento se levantó de sus cenizas.
Cubrí el Palacio Nacional
un 30 de diciembre a la una y media
de la madrugada, cuando emitió un decreto dos minutos antes de terminar
su jornada de trabajo. Un hombre que su único compañero era el poder. Balaguer
imponía sus reelecciones con la compra de opositores, con la demagogia, con el
dar funditas a los pobres y golpeando cuando no había otro recurso.
Pero el poder se evapora como termina la vida. El general
Douglas Maccartur decía que los grandes generales no mueren, sino que se
esfuman. La reelección es el primer capítulo de la escuela política que dejó
abierta el doctor Balaguer. Lo único que permite una reelección es tener una
coyuntura, unas circunstancias, que sean favorables, y su principal escollo es
la fuerza que pueda tener la oposición.
¡Ay!, se me acabó la tinta.
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