Por Juan Taveras Hernández.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Es muy conocido el texto
del filósofo y ensayista español Ortega y Gasset, el trabajo sobre El Quijote
de la Mancha, donde dice: “Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a
ella, tampoco me salvo yo”.
El presidente Danilo Medina parece atrapado en su
circunstancia, pero sin poder salvarla. Es decir, sin poder salvarse a sí
mismo. La corrupción lo salpica cada vez más de cerca, a tal punto que pocos
dudan de su complicidad o participación directa en hechos que contravienen la
ley y la moral.
La denuncia de la diputada del Partido Revolucionario
Moderno, Faride Raful, sobre los pagos que el gobierno le ha hecho al experto
en marketing político, Joao Santana y a su esposa Maura, incluso estando presos
en Brasil, pueden ser objeto de sanciones
por prevaricación, estafa y abuso de confianza. Hablamos de cientos de
millones de pesos.
Ese es el escándalo más reciente –porque uno sustituye al
otro desde hace más de una década- sin que en ningún caso los responsables
hayan sido condenados, yendo a la cárcel y sus bienes incautados como ordena la
Constitución.
El presidente Medina está en una encrucijada bastante
difícil. Por más que quiera no puede reelegirse. No porque la ley se lo impide
taxativamente, -lo cual no le importa- sino porque las circunstancias, a las
que está sometido, no se lo permitirán. Todos los amagos realizados y ensayos
hechos hasta el momento le aconsejan no intentar otra repostulación, pues de
hacerlo dividiría al PLD y crearía una crisis política que no resistiría ni con
los fusiles.
Así como no consiguió los votos para la ley de partidos con
primarias abiertas, tampoco lo obtendría para la reelección no importa cuántos
hombres del maletín carguen el dinero del presupuesto para comprar voluntades
en el Congreso.
Ante la imposibilidad de una reelección, Danilo se reunió con
sus arfiles, caballos y peones en el Palacio
Nacional que aspiran a la nominación presidencial para lanzarlos a las calles
como caballos desbocados para ver cuál
“prende” en la población para apoyarlo “con todos los hierros” del
Estado. (Hasta el momento ninguno)
Durante muchos años el dictador Rafael Leónidas Trujillo hizo
presidentes a más de un lacayo mientras él continuaba como amo, señor y dueño
del país. Nada se hacía y nada se decía sin la anuencia del sátrapa. El
“Trujillo del siglo 21”, como llamó el ex presidente Leonel Fernández a Danilo,
pretende reeditar la experiencia. (Danilo sin Danilo) Los tiempos son otros,
tanto en el plano local como internacional.
Ninguno, de los que hasta el momento han presentado sus
aspiraciones, tiene el arraigo, la popularidad, ni la fuerza para enfrentar y
derrotar a Leonel Fernández en una contienda interna. Por lo menos eso dicen
las encuestas. Pero si lo hiciera, con fraude, dinero sucio, etc., habría que
ver si pudiera ganar la presidencia del país por muy débil y desfasada que esté
la oposición política.
Un acuerdo Danilo-Leonel parece poco probable. Si llegara a
producirse, sería una pantomima, una farsa, pues el primero no confía en el
segundo, y viceversa. Danilo y su gente saben que si Leonel vuelve al Palacio
Nacional les “dará en la madre”, algo que hemos visto a lo largo de la historia
política del poder. (“Tú también, Brutos, hijo mío,” dijo Julio César declarado
“dictador perpetuo” del imperio romano, 44 años antes de Cristo, después de
recibir la puñalada trapera que terminó con su vida, según relata William
Shakespeare)
Parafraseando a Ortega y Gasset, no creo que el presidente Medina pueda
salvarse de las circunstancias políticas que él, por la ambición que lo llevó a comerse “un tiburón
podrido”, ha creado.
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