Escrito por Melvin Mañón.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Partidos, movimientos,
personalidades, amigos y enemigos agobiados por problemas de todo tipo que
aquejan a los dominicanos y ante un sombrío panorama electoral piden unos,
demandan otros que Danilo Medina hable, diga algo, se defina. Pero el nada dice aunque mucho hace.
En la primera semana de agosto los diputados
aprobaron la versión de le Ley de Partidos que quería Medina, una periodista
dio a la publicidad las declaraciones de un ex diplomático de los Estados
Unidos quien,-obviamente escogido para desempeñar esa función- dio a conocer
una lista de altos funcionarios y empresarios despojados de la visa americana
mientras en CDN y para servicio del gobierno y probablemente bajo instrucciones
de este armaban la maniobra que quitó del medio el programa de noticias y
comentarios donde Altagracia Salazar y dos colaboradores atacaban sin piedad ni
tregua al gobierno. Medina sigue inaugurando obras que no funcionan,
disponiendo nombramientos que funcionan menos y anunciando medidas correctivas
que solamente en el papel existen.
Cuando alguien se pregunta pero, ¿es que acaso el cree que
puede salirse con la suya en materia de impunidad y reelección? Danilo Medina
apuesta a la incompetencia, la cobardía, el oportunismo, la mezquindad, la
falta de carácter y de inteligencia de sus adversarios. Esa una ventaja importante.
El país entero se da cuenta de lo que está pasando y lo
sufre, aunque, claro está, los danilistas se deleitan. ¿Que Danilo está desacreditado, que su
palabra no vale nada, que su legitimidad entró en crisis, que los americanos no
lo quieren, que estamos hartos, que hay tantos intimidados por la deriva
autoritaria o francamente dictatorial de su gestión, que el país es un caos,
que la ley y el orden se fueron sencillamente al carajo? todo eso es de
conocimiento público. Muchos lo rechazamos, ellos –que se lucran- le dan la
bienvenida.
Que Danilo Medina está en una encrucijada aparentemente sin
salida. También lo sabemos. Sin embargo, Danilo Medina no se cae solo. Hay que
derrotarlo, y para eso hace falta organización, una visión de propósitos y dirigencia con cualidades que no están a la
vista. Danilo Medina puede estar consciente –debería estarlo- de cuan apretada
y acaso desesperada es su situación. Sin
embargo, el ha contado y cuenta con los defectos y limitaciones de sus
adversarios. Cuando los analiza, cuando
los mide, cuando compara y hurga en su carácter, sus intereses y personalidades
respectivas se da cuenta de que él es, en general, mas trabajador que ellos,
mas organizado, mas atento a los detalles; dispone de mayores recursos, está dispuesto a utilizarlos y no tiene ataduras morales.
La gente de la calle, el ciudadano de a pie, como dicen, no
entiende que está sucediendo en este país. Un gobierno claramente en el piso se
sostiene porque los partidos que le adversan están mas en el piso que el mismo
gobierno.
Esa gente no encuentra en quien creer, no tienen para donde
mirar, no saben para donde ir. Sobreviven cada vez mas precariamente, mas
intimidados, mas temerosos e inseguros, mas nublado su entendimiento respecto
al futuro. Mientras muchos sueñan con
que tanto descrédito, tanto escándalo y tanto enojo decreten la derrota
estrepitosa de Danilo Medina, este señor sigue en sus trece, mudo y terco,
autoritario y predestinado; aferrado al poder por miedo mas que por ambición y
esa misma gente y ese mismo pueblo se entusiasma y se deprime pero no alcanza a
ver claro quien va a darle a Medina el empujón que hace falta para convertirlo
en una mala memoria.
Los que se preguntan si vamos camino a una dictadura. Los que
creen que los americanos nos van a ahorrar el trabajo de deshacernos de Medina.
Los que creen que ese señor al final no se atreverá a hacer ciertas cosas. Los
que viven convencidos de que un gobierno tan malo, desacreditado, irrespetuoso
y perverso como este tiene los días contados no entienden o no quieren creer
que la apuesta de Medina puede funcionar porque no importa que tan malo sea el,
si los que aspiran a relevarlo son peores por su ineptitud, su falta de
carácter, de compromiso y esa es su apuesta.
Eso sin contar algunos casos en los cuales la estatura moral de sus
supuestos contrincantes es muy similar a la suya.
El cada día hace lo que entiende y cree que lo perpetúa
mientras mirando en nuestra dirección se dice
¡a que no se atreven!.
El autor es sociólogo y escritor. Reside en Santo Domingo.
0 Comentarios
Tu comentario es importante