Por Alberto Quezada.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Ha vuelto a la palestra pública el viejo debate sobre la
obligatoriedad de la titularidad para
poder ejercer el periodismo en la
República Dominicana.
Este debate público se ha generado a raíz del pedido que
recientemente hiciera el presidente del
Colegio Dominicano de Periodista (CDP), Adriano de la Cruz, al Congreso Nacional, en procura de más
celeridad para lograr la aprobación de las modificaciones sometida
por esa entidad gremial a la Ley 10-91 que regula el ejercicio periodístico.
Hay Dios mío! y para qué ha sido eso, han salido como jauría
una serie de personajes vinculados al periodismo desde hace muchísimo años
alegando que con esa iniciativa del colectivo periodístico lo que se pretende
es coartar la libertad de expresión y pensamiento a los ciudadanos.
En honor a la verdad, resulta risible esa posición, dado el
hecho de que esas personas a las cuales
se le suponen ciertas condiciones
intelectuales y profesionales se estén
comportando en el siglo XXI como soportes ideológicos de una posición que ya no
cabe en estos tiempos en donde se
exigen reglas de juego claras y
transparencia.
Aquí el ejercicio del periodismo hay que adecuarlo, ajustarlo
a los nuevos tiempos, y la mejor manera de hacerlo es actualizando su marco
jurídico que en este caso es la Ley 10-91.
Pienso, que en vez de oponerse o torpedear la iniciativa del
CDP, lo que se debe es procurar unirse y articular una cruzada que saque de una
vez y por todas de los medios de comunicación a todos esos –seudos periodistas-
sin títulos que malean la profesión más bella del mundo, como dijera Gabriel García Márquez, premio
nobel de literatura.
El ejercicio del periodismo en la República Dominicana no
puede continuar manga por hombro, como está hasta hora, por un bendito chantaje
de unos cuantos que pretenden hacer doctrina con un argumento débil e
insustancial de una supuesta limitación a la libertad de expresión. Basta ya!!.
Se debe entender, pues, que no se está limitando ni se pretende coartar libre expresión ni pensamiento a nadie, lo
que si se busca es organizar este desorden en torno a una profesión que ha sido
relajada hasta lo indecible y eso ya es inaceptable. Más nada.
El autor es periodista y magister en Derecho y Relaciones Internacionales. Reside en
Santo Domingo.
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