Por Danilo
Cruz Pichardo.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO ESTE.- La experiencia política, de las últimas décadas, indica que la
diferencia de un partido de gobierno y uno de oposición es precisamente que uno
está arriba y el otro abajo. Las ideologías desaparecieron, pero también fueron
sepultados los principios éticos. ¿Qué me dice a mí que el PRM no se
convertiría en otro PLD en el hipotético caso de ascender al poder?
¡Claro
el señor Luis Abinader es un empresario transparente! Y como él en el PRM hay
otras tantas excepciones, pero dejémonos de cosas, todos los demás son dominicanos con los
mismos defectos y virtudes que los peledeístas. El escenario político
dominicano está lleno de individuos inescrupulosos. Y los grandes partidos dan
prioridad a los corruptos, desfalcadores, contrabandistas e incluso
narcotraficantes, a los que juramentan como “empresarios exitosos” y de
inmediato los sientan en la mesa de honor.
Y esos son los sujetos que ostentan
los cargos públicos o potenciales candidatos a ocupar las posiciones relevantes
de llegar al poder, porque los candidatos asumen compromisos al recibir aportes
millonarios de esos delincuentes. Un candidato que se respeta no le coge dinero
a un delincuente. Y todo el que da dinero
---máxime si se trata de millones de pesos--- es a cambio de algo.
Sin embargo, el problema no sólo es
propio de los partidos grandes. La única diferencia entre un partido chiquito y
uno grande, salvo excepciones como APD, AP o Dominicanos por el Cambio, es
matemática, es decir, el número de militantes. El grueso de los partidos
chiquitos se suman a los grandes procurando una buena tajada del pastel. Nada más.
Pues tampoco se observa diferencia ideológica ni ética. Las condiciones que
ponen los chiquitos a los grandes es de ministerios, direcciones y cargos
diplomáticos.
En este país, incluso, el tener un
partido chiquito es una empresa rentable. Y el que tiene uno pide oro para la
venta. Pues siempre hay individuos, que dinero les sobra, que buscan una sigla
para lanzarse a la Presidencia de la República, con el supuesto objetivo de
“acabar con la corrupción y hacer un mejor país”. ¡Válgame Dios!
A veces mientras más pequeño es el
partido mejores dividendos genera, sino que le pregunten a Miguel Vargas
Maldonado, a quien siempre, un grupo de adulones del PRD, ofertó como un
empresario exitoso y ahora se descubre que su mejor empresa es el PRD.
Guido
Gómez Mazara tiene razón cuando dice: “Miguel Vargas quería un partido chiquito para
hacer negocios grandes”. Ante esa realidad, gente con dignidad le han dado “un
adiós para siempre a la política dominicana”.
La política dominicana no sólo está
matizada por la falta de ideología y carencia ética. Súmele la demagogia de los
candidatos en cuyo discurso predican una cosa y al llegar practican otra. “La
humanidad tiene una moral doble. Una que predica y no practica y otra que
practica y no predica”.
Pero el peor defecto que puede tener
político alguno es la ingratitud. Nadie apunta en su agenda los favores
recibidos, regularmente se memorizan. “El más ingrato es el que olvida los
favores”, dijo Séneca.
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