Por
Danilo Cruz Pichardo.
ATMÓSFERADIGITAL,
SANTO DOMINGO.- El gobierno pasado hizo una inversión multimillonaria en prensa
y publicidad, lo que le permitía establecer los temas de la agenda nacional. En
pocas palabras: la gente hablaba sobre lo que los estrategas pagados por el
Estado querían. Es así como de un escándalo de corrupción --de esos que estremecen a la sociedad--
apenas se comentaba durante dos o tres días a lo sumo, porque se encargaban de
tumbarlo y poner sobre el tapete a otra temática.
En muchas ocasiones un escándalo tumbaba a
otro y el presidente Danilo Medina ni se inmutaba. Su respuesta siempre fue el
silencio, respondiendo a una escuela de teóricos del marketing político que
considera que aclarar algún aspecto negativo, que afecta la imagen del
presidente, es caer a la defensiva. Es la razón por la cual el expresidente se
mantuvo en silencio durante ocho años y no respondió a ninguna imputación de
corrupción pública.
La gigantesca publicidad, los medios de
comunicación social y las bocinas se encargaban de presentar al presidente como
un hombre trabajador, inclusive los fines de semana, con sus famosas visitas
sorpresas, que no responde a chismes, que transformaba el país con sus obras,
que mantuvo estabilidad macroeconómica,
crecimiento récord del Producto Interno Bruto (por encima de todos los
países de la región) y que era capaz de dar la vida por su pueblo.
Periodista Danilo Cruz Pichardo, maestro universitario. |
La imagen pública es la representación que
la sociedad establece respecto a una persona, entidad u organización, en base a
las impresiones y la información que esta recibe. La imagen no es lo que uno
cree que es. Ni siquiera lo que uno es. La imagen es lo que los demás piensan
que uno es.
Y el excelente trabajo de imagen pública
que le hicieron a Danilo Medina lo convirtió durante varios años en el
presidente mejor valorado en todo el continente, a pesar de conducir al país
con los niveles más elevados de corrupción pública, carente de instituciones
independientes, con pobre inversión en salud, con mala calidad de la educación,
con altas tasas de pobreza social y de desempleo, con déficit en los servicios
eléctrico, agua potable y viviendas, con
alto grado de inseguridad ciudadana, con la peor policía y con un endeudamiento
externo que superó el 54% del PIB.
La impresión que tengo es que Luis
Abinader pasará a la historia como uno de los mejores presidentes. Quizás el
mejor. Mejor que Meriño, que Bosch y que Antonio Guzmán.
Exhibe honestidad y transparencia, da
prioridad a las necesidades básicas, organiza la administración pública,
condena la corrupción del pasado y del presente, prepara las bases para la
separación de los poderes, desaprueba el culto a la personalidad, relanzará la
economía, enfatizando el turismo --dada
las condiciones naturales de nuestro territorio--, y muestra humildad, al
practicar el diálogo y la retroalimentación comunicacional.
Humildad de verdad. ¿Cuándo los últimos
presidentes salieron de palacio para ir a visitar a líderes opositores a sus
propias casas, para conocer sus opiniones sobre algún problema nacional?
Ninguno. Danilo Medina nunca respetó a
los líderes opositores ni los mencionaba por sus nombres siquiera.
Pero esas cualidades de Luis Abinader y
esos grandes logros --logros que estoy
seguro que vendrán-- tienen que ser
publicitados en su momento. Y necesitará de gente que sepa de comunicación,
para que su inmensa obra de gobierno sea conocida por todos.
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