Por Danilo
Cruz Pichardo.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Los nuevos miembros de la Junta Central Electoral fueron escogidos
cumpliendo con el Artículo 80, numeral 4, de la Constitución, el cual establece
– entre las atribuciones del Senado de la República--: “Elegir los miembros de
la Junta Central Electoral y sus suplentes, con el voto de las dos terceras
partes de los presentes”.
El
doctor Román Andrés Jáquez Liranzo, Rafael Armando Vallejo Santelises, Dolores
Altagracia Fernández Sánchez, Patricia Lorenzo Paniagua y Samir Rafael Sami Isa
fueron seleccionados respetando los procedimientos legales. Es lo que se puede
señalar por el momento. Después, usar adjetivos sobre ese grupo de hombres y de
mujeres, es un error. Esa junta no es buena ni es mala. Hay que esperar su
desenvolvimiento.
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Danilo Cruz Pichardo. |
Sin embargo, el presidente de ese órgano electoral, el doctor Román Jáquez, exhibió conducta de árbitro durante sus pasos por la Presidencia del Tribunal Superior Electoral, manteniendo apego a las leyes 33-18 y 15-19, así como a la Constitución de la República, comportamiento que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) no le perdonó nunca, porque lo enviaron a esa corte para que responda a los intereses de esa organización política, como efecto ocurrió con otros en el pasado.
La misión de la nueva Junta Central
Electoral debe descansar en recobrar la credibilidad perdida en la población en
torno a una institución causante de múltiples traumas en la sociedad
dominicana. El último se produjo con motivo de la suspensión de las elecciones
municipales del 16 de febrero del presente año, al detectarse un sabotaje en
los equipos del voto automatizado que solo afectaba a la oposición.
Esa
situación generó el levantamiento de millares de jóvenes dominicanos que se
apostaron en la Plaza de Bandera y un ambiente de protesta en toda la geografía
nacional. Es verdad que los procesos comiciales del 15 de marzo y del 5 de
julio fueron transparentes, pero la mancha de febrero Castaños Guzmán no podrá
quitársela nunca, sobre todo porque no hubo régimen de consecuencia, prefirió
abandonar el cargo sin someter a la justicia a los responsables de ese acto
criminal contra la democracia dominicana.
La
imparcialidad no existe. Ningún ser humano es independiente ni mucho menos
apolítico. Creo en la profesionalidad y el apego a las leyes, aspectos
suficientes para ser juez. Román Jáquez ya goza de cierto crédito, pero es el
equipo completo que tiene que hacerlo bien.
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