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Por Arismendy Díaz Santana.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO, (20/11/2025).- La estabilidad fiscal no puede
ser a costa de la inequidad e inestabilidad social. La no actualización del
límite de los salarios libre de impuestos deniega un derecho elemental que
acentúa las desigualdades sociales y erosiona la esperanza y el respeto a las
instituciones democráticas.
El Código Tributario
dispone la indexación anual del límite de los salarios exentos del impuesto
sobre la renta, protegiendo a los trabajadores públicos y privados. Pero la
misma no se cumple desde el 2017 gravando a más de 924,956 afiliados de
ingresos medios. Y para legalizar esta injusticia su vigencia se deroga año
tras año.
En el 2026 esta
maniobra a los trabajadores les costará 13,764.3 millones de pesos en impuestos
inmerecidos y sin ninguna garantía de retorno en servicios públicos eficientes.
A esta merma millonaria se agregan otros 40,000 millones por el gasto familiar
de bolsillo de este grupo, comprimiendo aún más el presupuesto familiar de la
clase media.
El senador Omar
Fernández exigió al Gobierno cumplir con el Código Tributario ajustando la
escala salarial exenta del Impuesto sobre la Renta. Esta práctica ilegal e
injusta constituye un castigo fiscal mantenido durante 10 años consecutivos.
Según el Consejo
Regional Empresarial y Social (CRES) el límite de exención actual debería ser
de 52,151 pesos, mientras permanece congelado en 34,685, con una diferencia de
17,466 pesos. Entre diciembre de 2017 y septiembre de 2025 la inflación
acumulada fue del 41.34%.
El presidente Luis
Abinader reconoce que la indexación salarial que manda el Código Tributario es
una medida “justa y necesaria”, pero advirtió que su aplicación disminuiría los
ingresos del Gobierno, obligando a reducir áreas sensibles por su impacto
social.
“El Gobierno analiza cómo aplicar la indexación de la manera más
equilibrada posible, que no comprometa el equilibrio presupuestario”.
Según el ministro de
Hacienda y Economía, Magín Díaz, la indexación salarial disminuiría las
recaudaciones en unos 25,000 millones anual, "si se hace de golpe”.
Reiteró que el Gobierno está dispuesto a evaluar alternativas, siempre que no
comprometan la estabilidad fiscal y que se aplique "de manera
gradual".
El costo de la
renuncia de una reforma fiscal integral no puede recaer sobre la economía de
los trabajadores porque carecen de capacidad de presión y de influencia
política
El economista Nelson
Suárez cuestionó la exageración oficial sobre del impacto de la indexación
señalando que la reducción del impuesto sólo sería de 13,764.3 millones y que
en parte la misma sería compensada con los impuestos adicionales a consecuencia
de un mayor consumo de los asalariados privados y públicos.
Señaló el hecho de
que mientras se les congela el límite de exención a los asalariados, cada año
se aplican ajustes por inflación, tasa cambiaria y valoración de activos a las
empresas y corporaciones exentas. Una práctica que mantiene a los asalariados en
franca desventaja y que amplía la brecha de desigualdad en la distribución del
ingreso y de la riqueza nacional.
“El Gobierno no tiene
ninguna excusa válida para mantener una situación que perjudica a los
asalariados frente a su contraparte del sector empresarial. Si se mantiene la
suspensión del ajuste por inflación para los asalariados, cada aumento de
sueldo que se aplique resultará en un impuesto fiscal mayor para los
trabajadores”.
Esta política
inequitativa y concentradora del ingreso también empobrece a casi 200,000
pensionados cuyos ingresos, además de insuficientes, se han devaluado durante
más de una década sin actualizar su poder adquisitivo. Por derecho y justicia,
los envejecientes también demandan de las autoridades un reajuste que lleve
alivio para salir de la pobreza extrema.
Estamos ante un doble
rasero: denegación de derechos para la gran mayoría y mantenimiento de
privilegios para las minorías. Esta situación parcializada genera impotencia y
resentimientos de la gente común que, al ser recurrente, fomentan la pérdida de
esperanzas y de respeto a las instituciones y a los valores democráticos,
erosionando la gobernanza.
Se trata de una
situación insostenible, de una práctica que discrimina a la mayoría y perpetúa
beneficios y privilegios a los grupos y sectores más influyentes. El gobierno
del cambio no puede cargar con esa injusticia. El país espera que el presidente
Luis Abinader impulse una reforma fiscal integral que elimine privilegios,
fomente la equidad y atienda estos justos reclamos de los trabajadores y
pensionados.
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