
Con rostro tenso por las emociones contenidas, el Aníbal dominicano se detuvo con sus hordas de congresistas, sus dos millones de firmas y una sentencia ya redactada de un tribunal que no se ha conformado y decide perdonarnos la vida.
Haciendo honor a su apodo político, el león rugió, haciendo todo un acto de exhibicionismo del poder que entiende posee. Relató todos sus triunfos electorales, así como las diferentes manifestaciones de respaldo a una nueva candidatura suya, para continuar garantizando la “paz y la modernidad” al pueblo dominicano.
El Orgullo de Cártago dominicano, también señaló que no existe ninguna barrera institucional que impida su presentación al próximo certamen electoral, que tiene todo el derecho, como cualquier otro ciudadano. Entonces, ¿por qué se retira si tiene todo el derecho y la bolsa llena de votos?, ¿fue realmente el acto benevolente de Aníbal, sensibilizado ante un bien mayor, como era la supervivencia de Roma?
Lo cierto es que la única existencia que pretendió preservar el Presidente Fernández, fue la suya. Una vida política que hoy se encuentra amenazada por el descalabro de la economía, como resultado de la política económica y sistemática corrupción de su gobierno.
Con una sociedad movilizada exigiendo el aumento de la inversión social y la pérdida de importantes aliados como la alta jerarquía de la iglesia católica, así como de un importante sector del empresariado, el proyecto continuista de Fernández ve resquebrajarse la fuerza de la que hace alarde.
Entonces, con el dolor de quien se sentía dueño de un poder eterno, ruge y sacude su melena, mientras ve impotente la pérdida de su manada.
http://www.7dias.com.do/app/article.aspx?id=96596
*La autora es Politóloga. Maestría en Ciencias Sociales, en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, Buenos Aires, Argentina. Investigadora especialista en políticas sociales
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