La blandura, la falta de resolución y la ausencia de una doctrina diplomática nacional han hecho progresar enormemente los estereotipos que la diplomacia haitiana y las ONG fusionistas han sembrado en el teatro internacional.
La somnolencia, el desapego a valores
fundamentales, presentan a la República
Dominicana como un toro sangrante, lleno de banderillas, rejoneado salvajemente
por el Departamento de Estado, por la Corte Interamericana de los Derechos
Humanos , y esperando la estocada final a su soberanía.
Los hombres que han estado en el
teatro de los acontecimientos han roto todas las marcas del ridículo. Tuvimos,
perdón debo decir padecimos, a un embajador en Haití, José Serrulle, que
llegó a proponer la fusión de los dos
países que comporten la isla La Española.
Me imagino que los huesos de Juan Pablo
Duarte debieron retorcerse en su propio mausoleo. Inescrupuloso, aceptó una
donación del Gobierno haitiano, de miles
de dólares para una fundación, Ciencia y Arte, que él preside. Luego, en su papel de embajador, entraba por la
frontera acompañado de cientos de haitianos, sin visado, sin papeles, sin
documentos a unas supuestas ferias de Confraternidad organizada por su excelencia,
burlándose olímpicamente de todos los centinelas fronterizos.
Era tal su narcisismo, que se creía más
encantador que todos los enviados internacionales juntos, solía, organizar
reuniones de los partidos de oposición en la embajada; opinar de temas que no
le competían; entrometerse con toda la impertinencia del mundo en los asuntos internos del país vecino; y en
más de una ocasión hubo que llamarle la atención por su donjuanismo
irreflexivo, por su disparatadas y
exaltadas maneras.
El propio Gobierno haitiano se quejó de su comportamiento
pendenciero, y lo colocó finalmente en su puesto de extranjero. Cosa que, al
parecer, había olvidado.
De las ocurrencias de este embajador
desenfrenado, puede hacerse un libro. En una ocasión se encontró con el
Presidente Preval, y resultó tan empalagoso y efusivo que le dio un beso en la
frente. Preval que era casi un autista se
secó la baba que le dejó el besucón con un pañuelo perfumado.
En un Wikileaks que recoge las conversaciones
privadas del Presidente Fernández y del
embajador estadounidense, el
mandatario le dice a su interlocutor, que el embajador Serrulle es emotivo y un
poco loco como todos los de esa familia. En otro Wikileaks, el canciller
Morales Troncoso que tenía que fumarse a
ese infumable es más preciso.
Lo calificó de inútil y loco, y que pronto seria
cancelado. ¡No fue así! Fue nombrado en otro lugar de las Antillas, Trinidad
y Tobago, desde no llegan las estridencias
de sus extravagancias. Con esos
bueyes, con nulidades tan grandilocuentes, no podemos seguir arando. ¡Qué
país puede hacerse respetar
representado por individuos de
semejante estofa!
Haití ha entrado como miembro observador a la
Cumbre Iberoamericana, a instancias de la República Dominicana. En la última Cumbre celebrada en Panamá, los
haitianos pidieron un turno para meternos en capilla ardiente, trataron de introducir como tema de la Cumbre la sentencia del
Tribunal Constitucional y armar la marimorena.
No pudieron pasarle de listos.
Querían obtener una condena contra el
país que lo había invitado a ese cónclave internacional. Desacreditarnos en
nuestra propia fiesta. Si esto no es una
agresión ¿qué es, entonces, una agresión?
El presidente Medina, en el primer encuentro oficial con su homólogo el Presidente Martelly, dio
los primeros pasos para un plan de reforestación de esa nación y
prometió poner todos los recursos nacionales para que los
haitianos pudiesen llevar a cabo el
proceso de documentación de su población. Al día siguiente de esas
demostraciones de amistad y de solidaridad, recibimos una veda a los huevos, a
los pollos y los plásticos dominicanos.
Medida despiadada que arruinó a grandes porciones de nuestro comercio que
había crecido, fundado esa demanda por ser la nación más próxima al teatro de
operaciones. Era una violación a las más
elementales normas del comercio.
Después de humillarnos, tras haber despachado
con cajas destempladas a una comisión de tres Ministros dominicanos que fueron
por lana y regresaron totalmente trasquilados, comenzaron a esparcir la
leyenda, absolutamente falsa, de que nosotros teníamos la gripe aviar, a pesar
de las oportunas certificaciones de la Organización Mundial de la Salud.
Hubo que hacer de tripas corazón
para salvar la temporada turística que
estuvo a punto de perderse con esa
campaña infame y para evitar que las exportaciones nuestras a otros
destinos corriesen la misma suerte. Es decir, que después cornudos, apaleados.
Tras el terremoto del 2010 se
estableció un presupuesto del Ministerio de Economía para la reconstrucción de
Haití. Se abrieron todos nuestros
hospitales para recibir a las multitudes de damnificados de la tragedia; el
pueblo dominicano y su Gobierno se volcaron
con todos sus recursos en Haití, el Presidente Fernández como parte de
esa vastísima cooperación le construyó una Universidad en la Limonade al pueblo
haitiano.
La biblioteca de esa
Universidad llevaría el nombre de Juan
Bosch, era un modo de sellar la amistad
entre los dos Estados. Los haitianos le
borraron ese nombre a la
Biblioteca, bautizaron la Universidad con el nombre de Henri I, personaje de
triste recordación para los dominicanos,
el autor de las matanzas de Moca y Santiago en 1805. De este modo, se
expresaba la gratitud de los haitianos
al gesto del Gobierno dominicano.
Tras el asesinato de la dominicana
Maritza Núñez en el año de 2005
en Montecristi se produjo una
reacción no sólo contra los asesinos que pusieron los pies en polvorosa,
quedaron impunes, sino contra todos los
haitianos radicados ilegalmente en
Hatillo Palma.
Para calmar los
ánimos, el Presidente Fernández
emprendió un viaje a Puerto Príncipe, por las imprudentes sugerencias del embajador de entonces, que ya dije que era
una persona de cuidado. Fue recibido de
mala manera en el Palacio de Gobierno.
Las autoridades haitianas
permitieron que las turbas se congregaran a las puertas del Palacio
Presidencial a insultarle y protestar en contra de su presencia. El Presidente dominicano tuvo que salir por
una puerta lateral bajo una lluvia de
tiros y de piedras. Si no hubiese intervenido la fuerza aérea dominicana, y las
tropas de la MINUSTAH que desbloquearon las calles obstruidas por automóviles incendiados, se hubiera materializado un atentado en su
contra.
Así lo reconoció el informe del
Wikileaks que da cuenta menuda de
los hechos, y postreramente, el propio Presidente Fernández, hizo las
revelaciones pertinentes relacionadas con ese hecho.
La primera vez que la Republica
Dominicana fue llevada ante el Consejo de la Organización de Estados Americanos
(OEA) fue tras el atentado del general
Trujillo a Rómulo Betancourt en 1960.
Ahora en pleno ejercicio de nuestra soberanía, hemos sido llamado a
capítulo ante el Consejo, por
diligencias de Haiti, que ha empleado a
un Estado minúsculo del Caribe, San Vicente y Granadinas, para acusarnos de
violar sus derechos por querer aplicar nuestras propias leyes que son
semejantes a la que mantienen todos los Estados del continente desde México
hasta Chile.
Haití
y todos sus embajadores están solicitando la intervención internacional
para arrebatarnos el derecho soberano que tenemos los dominicanos de decidir
quiénes son nuestros nacionales.
Lo han hecho ante la CIDH, ante el Consejo de
la OEA, ante las Naciones Unidas, ante las cancillerías europeas, ante Amnistía Internacional , ante la
Fundación Kennedy que le está haciendo presión al Presidente, y luego han
empleado en ese conciliábulo de fuerzas , personalidades dominicanas y
extranjeras, ¿ podrán con todo este
concierto de influencias combinadas
desmantelar la soberanía dominicana?
El destino de nuestro país está en manos del pueblo dominicano.
Sus políticos han perdido los ideales. Sus intelectuales lo han traicionado.
Sus élites han desertado de sus responsabilidades. El pueblo sabe que hemos acumulado una gran
cantidad de agravios.
Nuestro Gobierno se gasta más de 3500 millones de pesos
en la salud de los haitianos; el empleo
desaparece secuestrado por estas multitudes hambrientas. Crece la
incertidumbre. Hemos soportado una inmigración muy superior a nuestras capacidades de acogida.
Y sin embargo, se mantiene una
campaña de acoso internacional contra
la República Dominicana, y el
grupo de haitianófilos y sus ONG nos
acusan de “genocidio civil “ porque no
les entregamos el país. Son ellos los que han sembrado la tesis infame de que
los haitianos siempre tienen razón, cuando nos atropellan, cuando pisotean
nuestras leyes, cuando se presentan como víctimas nuestras ante el mundo,
cuando nos llevan por cualquier periquete a una Corte Internacional, y que
nosotros nunca la tenemos, ni siquiera,
cuando sencillamente nos defendemos.
El autor es historiógrafo, poeta,
escritor y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.
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