ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- El veterano periodista Juan Bolívar Díaz, aseguró este
viernes que una proporción importante del pago de la abundante publicidad que
mantiene la gestión de Danilo Medina va a parar a “una legión de comentaristas
de radio y televisión y de columnistas y articulistas, que degradan el
periodismo a una simple repetición de consignas”.
Díaz dictó
la conferencia “Lecciones aprendidas del periodismo vertical”, en el marco del
XII Congreso Hispanoamericano de Prensa, que se desarrolla en la Universidad
Autónoma de Santo Domingo (UASD). El evento está organizado por la Asociación
Dominicana de Escuelas de Comunicación Social (Adecom).
“En nuestro
medio el periodismo ha entrado en una pendiente enjabonada, de la cual será
difícil salir en corto plazo, detonada en parte por la crisis de los
periódicos, que ha conllevado la desaparición de varios de ellos”, dijo el
director del matutino Uno+Uno y analista político del diario Hoy.
“Cada vez es
más notorio que los medios dominicanos pierden independencia frente al
gobierno, a cambio de negocios”, sostuvo.
“El gobierno
ha aprovechado la degradación salarial en el sector privado para elevar los
suyos a nivel de la tecnocracia, atrayéndose una proporción considerable de los
comunicadores”, indicó. “Son miles los periodistas, fotoreporteros,
camarógrafos, productores de radio y televisión que han sido incorporados a las
nóminas públicas”, añadió.
A
continuación su conferencia titulada Lecciones aprendidas del periodismo
vertical:
El tema que
me han asignado apunta a un conversatorio sobre las experiencias de medio siglo
de un “veterano periodista”. Casi un ejercicio de introspección profesional,
una especie de striptease para divertimento de los jóvenes estudiantes, o como
advertencia de lo que les espera.
"Deberíamos
esperar que los propietarios y directivos de medios visualicen la necesidad de
recuperar siquiera parte de la independencia perdida".
Si es en
términos personales, tengo que contar múltiples lecciones, tanto del periodismo
que se ejerce con un apego vertical a los principios que lo rigen, como del
periodismo ejercido excátedra, verticalmente en cuanto exclusión de la
comunidad.
Aunque debo
advertir que además de lecciones, he recibido también algunas lesiones, pues
soy el periodista dominicano vivo con el mayor récord de agresiones, voladura
de automóvil, par de escape a intentos de asesinato, autoexilio, condena a 6
meses de cárcel y multa de 250 mil dólares. Y en los últimos años he tenido que
resistir llamados en plazas públicas a darme muerte, nada menos que por traidor
a la patria.
Pero
advierto que no puedo quejarme. Como Miguel Hernández, para la libertad sangro,
lucho y pervivo. He sido un periodista libre en escenarios de represión y de
corrupción.
Y he podido,
con mi trabajo, reunir un poco más de lo que necesitaba para vivir. Y he ahí
una de las primeras lecciones: desde la escuela asumí que el apego a los
principios del periodismo y la membrecía en el club de los multimillonarios son
excluyentes.
Es muy
difícil mantenerse fiel a los principios del periodismo y la comunicación si el
norte del profesional es la riqueza.
La base
fundamental para mantener la verticalidad en los principios éticos, es la misma
en todas las profesiones: fajarse a estudiar, mantenerse actualizado, no
dejarse carcomer por la rutina, esa terrible pátina del tiempo, según
Benedetti. Mucho más en una profesión tan demandante y absorbente como el periodismo.
Sólo con
eficiencia se puede mantener el compromiso, la hipoteca social del periodismo.
Ni el sistema de comunicación, ni sus propietarios ni ejecutivos regalan nada.
Pero aún los más autoritarios necesitan profesionales eficientes.
He aquí los
principios fundamentales de la comunicación y del periodismo que me enseñaron:
-Hipoteca
social. Servicio a la sociedad, a través de la información, la interpretación,
la opinión.
-La
investigación como fuente fundamental. Todo periodismo es de investigación, de
profundidad.
-Toda
comunicación es comunitaria. Al servicio de los intereses, los anhelos, los
derechos, las luchas y expectativas de la sociedad. De todos los intereses.
- El
compromiso del periodista es con sus lectores.
-El
periodismo es fundamentalmente crítico, contestatario, no busca complacer, sino
promover.
-Sirve al
desarrollo humano, a la equidad, a la justicia, a la libertad.
-No existe
el periodista o el comunicador “independiente”, sino el objetivo, el que
sobrepone el interés colectivo al individual, el de todos al de los
privilegiados. El que defiende a los excluidos o marginados.
Llegué al
periodismo en pleno proceso de industrialización del periodismo y la
comunicación. Los periódicos estrenaban el ofset y como la televisión, pasaban
al todo color. Las nuevas tecnologías encarecía el costo de comunicar y los
grandes capitales ya habían comenzado a concentrar los medios. Era el apogeo
del periodismo investigativo que sacudiría la política en Estados Unidos, en
Francia y en algunos otros países de Europa Central. La lucha por los derechos
civiles en Estados Unidos, la denuncia de la barbarie de Vietnam u de las
tramperías de los Nixon marcaron el apogeo, que se desplomaría a partir de los
noventa en la complicidad con la destrucción de Irak.
En muchos
países latinoamericanos, como en República Dominicana, el periodismo
radiofónico era vanguardista. Se ejercía a través de pequeñas y medianas
empresas, que la competencia tecnológica entregaría a los grandes capitales,
como los periódicos y la televisión.
En los
sesenta y hasta los ochenta asistimos a los grandes debates sobre el nuevo orden
informativo y comunicativo que la Comisión McBride formularía en el informe de
1980: Un solo mundo, voces múltiples.
En el país
advertimos con anticipación lo que se nos venía, cuando lanzamos el proyecto de
profesionalización y protección de los periodistas y la necesidad de un código
ético que rigiera la profesión.
La
concepción vertical-autoritaria del periodismo ganó la batalla, auxiliada por
las broncas de la guerra fría que convertía en amenaza a la libertad todo
reclamo de equidad y sobre todo de participación.
La Sociedad
Interamericana de Prensa imponía la concepción del periodismo como un
latifundio regido por un señor feudal. A los periodistas se les quería de
simples subordinados. A los lectores se le ofrecía la opción de publicarle una carta
resumida en una página de menor tipografía. Los directores eran sumos
sacerdotes que pontificaban a nombre de toda la sociedad, asumiendo que eran la
voz del pueblo.
Obviamente
que en todas partes había excepciones a esa concepción autoritaria, que se
manifestó incluso en grandes publicaciones. Y aún en periódicos muy
autoritarios siempre ha habido periodistas que aprendieron a abrir trochas en
la selva cada vez más enmarañada del sistema comunicativo, que no perseguía
sólo lucro económico, sino y sobre todo poder político, que se traducía en
buenos negocios para los propietarios.
La
generalidad de los grandes diarios fue perdiendo prestigio y credibilidad en la
sociedad, especialmente en los sectores pensantes. Y llegaron en declive a la
crisis que estalla con la internet y las tecnologías digitales, que reduce su
circulación y los anuncios publicitarios.
La crisis es
fundamentalmente de los periódicos, pues la televisión sigue reinando, también
cada vez más concentrada, recibiendo hasta tres cuartas partes de la
publicidad.
En nuestro
medio el periodismo ha entrado en una pendiente enjabonada, de la cual será
difícil salir en corto plazo, detonada en parte por la crisis de los
periódicos, que ha conllevado la desaparición de varios de ellos.
Cada vez es
más notorio que los medios dominicanos pierden independencia frente al
gobierno, a cambio de negocios. El gobierno ha aprovechado la degradación
salarial en el sector privado para elevar los suyos a nivel de la tecnocracia,
atrayéndose una proporción considerable de los comunicadores. Son miles los
periodistas, fotoreporteros, camarógrafos, productores de radio y televisión
que han sido incorporados a las nóminas públicas.
Mientras el
gobierno dominicano, probablemente un caso único, se ha convertido en el mayor
anunciante del país, por encima de las grandes tiendas, de las empresas de
telecomunicaciones, de alimentos y bebidas.
El año
pasado el gobierno elevó el gasto publicitario en 37 por ciento, y en los
primeros meses del año en curso registra un cien por ciento de incremento. La
presidencia de la República elevó su gasto publicitario en 300 por ciento en el
primer bimestre, acaba de documentar Participación Ciudadana.
Una
proporción importante de esa publicidad sostiene una legión de comentaristas de
radio y televisión y de columnistas y articulistas, que degradan el periodismo
a una simple repetición de consignas. Y en mayor proporción alimentan las
finanzas de las empresas de la comunicación.
La
degradación del periodismo es una explicación a la impunidad que prevalece hoy
en el país frente a los depredadores del patrimonio público. Y aunque el Índice
de Competitividad del Foro Económico Mundial y Transparencia Internacional nos
mantienen entre los países con mayor corrupción del mundo, aquí no hay un solo
político o funcionario preso o en vías de ser condenado.
Tengo una
visión pesimista sobre las perspectivas a corto plazo de mejorar el ejercicio
del periodismo.
Es obvio que
la revolución digital ha abierto nuevos canales, fracturando el monopolio de
los grandes medios, por de pronto en la información.
Deberíamos
esperar que los propietarios y directivos de medios visualicen la necesidad de
recuperar siquiera parte de la independencia perdida.
La situación
será incierta para los que llegan al ejercicio del periodismo en circunstancias
tan frágiles. Tendrán que acopiar muchas capacidades no sólo para el ejercicio
de la profesión, sino también para recuperar parcelas del poder comunicativo.
Tendrán que mirar cada vez más al periodismo digital, cuyo afianzamiento
generaría rectificaciones en los medios tradicionales.
La lección
que nos queda es que no se puede perder impunemente la confianza de los
receptores de nuestros mensajes. Más tarde o más temprano pagamos las
consecuencias.
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