Por Manuel Hernández Villeta.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- La mayoría de las instituciones dominicanas navegan en un mar
de lodo. Han perdido la credibilidad ante el pueblo y su única misión es
conseguir titulares de periódicos y un minuto en las noticias de televisión.
Hay que someter a juicio crítico el devenir de esos organismos.
Ser pusilánimes al momento de tener que tomar disposiciones,
y voltear la cara ante las irresponsabilidades, son algunos de los incidentales
que pesan en el descrédito institucional. La corrupción ha doblado a los robles
políticos y comerciales, y con ellos entra el vendaval.
Se necesita hoy más que nunca el surgimiento de una nueva
sociedad. Que el poder llegue a un hombre nuevo, sin ataduras con el pasado,
sin un presente donde se le narigonee y con los ojos puestos en el futuro.
Es difícil encontrar salida a la situación actual de abandono
moral y genuflexiones sociales. Se perdió la conciencia de buscar
alternativas a los males colectivos
partiendo del sacrificio a lo personal. Aunque le parezca a muchos un
imposibles, es necesario volver a tomar
ese camino.
El país tiene a mano todos los organismos que son necesarios
para aplicar y hacer respetar las leyes. Lo que falla no son los códigos, son
los hombres. La corrupción apaña todo.
El país se mueve con un viento negro
de espaldas y una ola de frío al frente. Atrapado sin posibilidades de salida y
en espera de una amplia crisis institucional.
Hay que frenar la corruptela en cualquier ambiente de la vida
pública. Hay corrupción en el sector público, pero también en el privado. Bueno
es recordar que no hay corruptos, si previamente el corruptor no hace la
oferta. La justicia no tiene balanza y se quita el velo de los ojos, cuando se
trata de accionar contra poderosos de turno.
A la corrupción hay que cortarle la cabeza de un solo tajo.
No puede haber medidas populistas, ni demagógicas. Todo el que utilice bienes
del Estado, tiene que ser sancionado
con lo que manda la ley.
Asimismo, al empresario que aumenta precios en desmedro de la población, se le
debe condenar a penas físicas y a la confiscación del negocio.
Puede ser doloroso, pero un país abandonado a su suerte no
puede tener ricos satisfechos. Es necesario que se tome el machete y se haga una clara advertencia de que no se
va a permitir que continúen las irregularidades. No puede haber aumentos de
precios de artículos de primera necesidad, si el organismo competente no lo
autoriza.
Se puede lograr avanzar en el camino de la honradez, la
seriedad, el respeto y sobre todo, en el deseo de que se den cambios políticos,
económicos y sociales en el país. Vamos camino de la arena movediza, y solo el
cambio con un alto en este camino diabólico que transitamos, nos permitirá
sobrevivir. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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