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Por Manuel Hernández Villeta.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- La cúpula de la Iglesia católica dominicana luce congelada. Ha perdido el camino de avanzada
que trazó el Cardenal López Rodríguez. Es cada día más conservadora, y rehuye
los temas políticos y sociales. Solo deja oír su voz unas cuatro veces al año,
en los tradicionales mensajes con motivo de actos patrióticos o religiosos.
El
pueblo necesita una iglesia más militante, que vaya a defender los intereses de
la mayoría de sus feligreses. Los pobres de la tierra no tienen quien los
defienda, y es vital que desde el púlpito se escuche la voz de los ensotanados.
Por ser el grupo religioso con más poder mediático, tiene también una gran
responsabilidad.
Con
motivo de la celebración de un nuevo aniversario de la Independencia Nacional,
los católicos emiten su tradicional mensaje. Ahora están pidiendo enfrentar el
narco, la impunidad, la corrupción, los males sociales, aplicar las leyes
migratorias y que la juventud tenga mayores oportunidades.
Saludamos
la acción de la Conferencia del Episcopado Dominicano. Es valiente dar la cara
en la búsqueda de soluciones de este problema. Lo ideal es que desde este
momento se deje a un lado la línea conservadora, y el hielo se rompa, y se
comience a luchar por un mundo mejor. Los curas pueden jugar un papel estelar
en la búsqueda de una mejor equidad
social y poner término a las exclusiones.
Hay
dos puntos que tienen que ser analizados para dentro y para fuera de la
iglesia; la impunidad y la corrupción. Ambos se han dado dentro del corazón de
los católicos, y la alta curia ha sido indiferente a las denuncias y a los
castigos.
Hay
que erradicar a los curas pederastas, y a los que utilizan su poder desde el
púlpito para dar su respaldo a políticos corruptos. La iglesia tiene que dar el
ejemplo. Tiene que ser critica, y hacer valer el enunciado de Jesús en Mateo
5:30: “Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti;
pues mejor te es que uno de tus miembros se pierda, y no que todo tu cuerpo sea
lanzado al infierno”. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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