Por José
Francisco Peña Guaba.
ATMÓSFERA
DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Conozco a Leonel Fernández hace más de 30 años, lo que
me permite ver la metamorfosis que en él ha producido la vida, el paso por el
Poder y la actitud que en su contra asumieron quienes él creía sus amigos y
compañeros. Quienes lo conocemos sabemos que es un hombre noble, que no ha
planeado ni realizado acciones contra nadie, que no siente odio, en fin,
alguien de mansedumbre ampliamente conocida, apacible, racional en el análisis
y, particularmente, para nada intempestivo.

Su
proverbial parsimonia nos hace recordar al Doctor Joaquín Balaguer. Su pasión por lo
cultural y educacional se lo debe a su maestro, el profesor Juan Bosch. Su inmensa
biblioteca y la voracidad con que de manera vehemente lee cuanto libro y tema
le conquiste, e igualmente en su solidaridad internacionalista, en eso se
parece a José Francisco Peña Gómez.
El
Leonel que conocíamos todos era institucionalista, amaba a su partido, no hizo
grupo, su tendencia era el partido entero. Siempre pensó primero en el PLD. Era
tal su entrega que los aliados comentábamos que él encabezaba la lista de los
ortodoxos, pues pocos como él asumieron el lema de los morados, “Servir al
partido para servir al pueblo.”
Leonel
eran tan peledeista que nunca se le ocurrió pensar ni siquiera en proponer un
familiar o asistente a miembro del Comité Político. Para él eso era sagrado, un
mecanismo democrático al que se ascendía por el mérito.
Disciplinado
frente a su partido, siempre apoyó la voluntad de la mayoría aunque no
estuviera de acuerdo. Las decisiones del partido no se discutían y se
ejecutaban de igual manera. Leal y sumiso a las directrices partidarias, así
era Leonel.
El
partido tuvo todo el poder mientras fue presidente de la República y su
dirigencia ocupó cuando menos el 90% de todos los cargos públicos. Fortaleció a
su organización hasta que adquirió mayoría en todos los estamentos,
contribuyendo de manera decisiva a que se ganaran 6 elecciones consecutivas.
Cuando
en el 2015 me tocó mediar entre él y Danilo, me convencí de lo mucho que amaba
este hombre a su partido, que por otra victoria electoral renunció a sus
aspiraciones. Aceptó… pero nunca dejó de advertir que pese a los “candados
constitucionales”, como mecanismos para evitar la crisis política, ésta
llegaría. Cuando hizo asomo el interés palaciego de una nueva reforma
constitucional para reintroducir nueva vez la repostulación presidencial, ahí
mismo comenzamos a palpar algunos cambios en Leonel.
La
mayoría de sus colaboradores pensaba que él solo llegaría hasta que se
produjera la decisión definitiva del partido, que previsiblemente iba a ser la
de imponer la reelección del Presidente Medina. Ahí comenzó su lucha contra la
modificación constitucional, hasta que la llevó, ante la inminencia del
apabullamiento que se tramaba, a los “organismos internos” del seno del pueblo.
Entonces vimos un Leonel decidido a echar el pleito, lo que le costó muchos
esfuerzos pero, al final lo logró, acompañado de valerosos diputados de la
patria a quienes el dinero no pudo hacer cambiar de posición.
Cuando
se decidió lo de la participación en las primarias frente al Gobierno sabía que
sería muy difícil vencerlo, pese a tener la mayoría. El fraude del poder se
impuso y para colmo se buscó un “outsider” de candidato, para tratar de
humillarle más.
La
cúpula palaciega se obstinó en derrotarlo y en quebrar sus finanzas de campaña,
porque sabían que se habían invertido todas las reservas y utilizado todas las
relaciones para lograr ser el abanderado de la candidatura del PLD. Previamente
habían hecho aprobar en la Ley Electoral artículos contra el transfuguismo,
solo para tratar de evitar que él pudiera ser candidato por otros partidos.
Pero para mala suerte de los oficialistas, aprobaron unos textos de manera
diferente a su intención, de manera que terminaron prohibiéndole ser candidatos
por otro partido solamente a los candidatos electos por un partido, no a los
precandidatos.
El
Dr. Fernández trató de que se escucharan sus alegatos sobre el fraude, pero fue
hasta objeto de burlas en sus reclamos pedido ante el órgano comicial.
No
puede negarse que en el equipo de trabajo había dudas acerca de cuál sería su
decisión. Yo sabía que no, que ya era tarde y que él no se devolvería. Cuando
me solicitaron mi opinión ya yo tenía armada la Gran Alianza Nacional
Renovadora (GANAR), integrada inicialmente por 4 partidos (Quisqueyano
Demócrata, Unidad Nacional, Fuerza Nacional Progresista y Bloque Institucional
Socialdemócrata). Poco después conocí la valiente decisión de los compañeros
del Partido de los Trabajadores Dominicanos, encabezado por su presidente y
secretario general, Antonio Florián (Peñita) y Francisco Luciano,
respectivamente, quienes decidieron unir su partido al equipo del sector del
PLD de Leonel para constituir como partido a la FUERZA DEL PUEBLO. Ya éramos
cinco organizaciones.
Aunque
hablé con mi amigo Quique Antún fue personalmente Leonel quien logró la
inclusión del Partido Reformista Social Cristiano y que ellos encabezaran
legalmente la alianza presidencial.
En
cada convención de proclamación de Leonel realizada por los partidos de la
alianza, nos convencíamos que ese no era el mismo Leonel. Tuvo también que
ganar una batalla legal sin precedentes para que los tribunales aceptaran su
candidatura, mientras el gobierno hizo de todo para impedirlo. Nueva vez,
¡mordieron el polvo de la derrota!
Leonel
salió a la calle en contra de todos los pronósticos. Presionaron a nuestros
colaboradores económicos y a los empleados que teníamos en el Estado, que eran
parte de nuestra estructura dirigencial.
Muchos
pensamos en que Leonel había sido llevado al poder por Balaguer desde el poder,
y que desde el gobierno había fortalecido a la estrella amarilla con triunfos
electorales. Entonces nos dimos cuenta de qué madera noble está hecho este
hombre: contra las previsiones de quienes creían que solo desde el gobierno él
podría hacerlo, salió al ruedo electoral sin recursos económicos, a buscar
votos en un país clientelar. Me acordé de los tiempos difíciles de los 7O en el
viejo perredé y me dije: “Se calzó las botas de líder.”
Es un
guerrero que en la liza se ha enfrentado a todo: a la traición de quienes él
hizo o contribuyó decisivamente a que fueran lo que son hoy, a los aguacates
que dejó y que cayeron en la otra finca, al propósito de hacerle quebrar evitando
aportes privados, a la decisión de su esposa de aceptarle la candidatura
vicepresidencial al candidato ilegítimo, a las cancelaciones masivas de
dirigentes de su sector, al interés del aparato mediático del gobierno de
disminuirlo, a la amenaza de revisión fiscal de colaborares económicos de su
campaña, al chantaje a las bases del PLD para evitar que voten por él.
A
todos y a todo los ha enfrentado con gallardía, sin miedo a nada. Este hombre
ha desafiado hasta la naturaleza porque ni el COVID lo ha parado, al contrario,
está visitando todo el país llevando su mensaje. Para dar no tiene ni una
menta, ni hay nada a cambio qué obtener por los votos que se emitirán a su
favor el 5 de julio. No será la cantidad lo importante, si bien en su peor
escenario él decidirá el gobierno en la 2da. vuelta.
Es la
proeza de salir adelante en el país más clientelar de América Latina, a buscar
un espacio de apoyo sólido de la población armado sólo con dos herramientas,
sus gestiones gubernamentales y sus condiciones excepcionales, que lo hacen
entenderse como la mejor opción que tiene el país en la actualidad, sobre todo
a la vista de la grave crisis que nos espera por las secuelas que nos dejará el
coronavirus.
Leonel
no tiene que decirme que emuló la resiliencia de su maestro, el Profesor Bosch,
cuando en el 1973, con 64 años a cuestas, decidió abandonar al glorioso y
portentoso PRD y construir desde sus cimientos al PLD. Sé que de ese manantial
abrevó Leonel para tomar similar decisión teniendo dos años más de edad.
Hay
que tener un corazón joven e impetuoso para tomar esa iniciativa, mucho arrojo
para enfrentarse al gobierno y refundar un partido, para comenzar de nuevo. Una
diferencia fundamental a su favor es que cuenta con decenas y decenas de miles
de fieles simpatizantes, que le acompañan convencidos y orgullosos de que están
siguiendo al timonel que necesita la nación para estos tiempos.
En
pocos días se sabrán finalmente los resultados de tan revolucionario esfuerzo.
Lo que de antemano sé es que la cúpula palaciega no se imaginó jamás el
gladiador con el que se estaban enfrentando.
Nada
material envilece a Leonel y ningún espacio de poder le hará cambiar sus
convicciones. Con este paso histórico Leonel se convirtió en el 4to líder
democrático del país de los últimos 100 años. No es solamente la suma de votos
sino su reciedumbre lo que lo está colocando en un nuevo sitial de Líder, que
es mil veces más grande que ser presidente.
A la
cúpula palaciega y al adocenado Comité Político del PLD deben resonarle los
oídos por haber subestimado a Leonel, como si alguien les recordara
continuamente la frase del Almirante japonés Isoruko Yamamoto, cuando en el
ataque a Pearl Harbor expresó: “Me temo que hemos despertado a un gigante
dormido.”
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